Buscando al Negro
Núñez
Roberto Romeo Di Vita
-Y justo ahora este perro me tiene que ladrar
como un condenado y querer morder.
¿Y
porqué será que recién descubro la dirección, pero está todo pintado de blanco
y hay un montón de escombros en la entrada?
¡Noo,
está todo vacío y no sale nadie, solamente ese perro maldito que me persigue!
Calle
Quintana del mismísimo San Antonio de la Padua, las 10,30 de la mañana y nadie
se asoma a las puertas. ¡Ni un alma en
pena a quien preguntar!...
¿Existirán
las almas en pena? ...
Mucho
verde, muchas casitas paquetas, pero están todos adentro y te podés gastar las
manos golpeando, nadies va a salir pa ajuera M’hijito!!! “Los forasteros lejos
de nuestros pagos, no vaya a ser cosa que sean villeros o chorros” estarán
pensando estos mismísimos vecinos detrás de sus rejas y ventanas.
“Menos
mal que el maldito perro se fue”, estoy pensando yo, amigo del Negro y me estoy
quedando sin tomar un cafecito con él.
Carbone
y... me acuerdo en este momento de toda tu familia, escribiste en el meil, la
cita es frente a la estación para todos los amigos, pero te olvidaste la calle
y el número, viejito!!... ¿Me decís como
hago ahora?
Para
colmo el sol de este condenado enero argentinito, está apretando fuerte y la
angustia por no-verme con Núñez me hace putear a lo grande.
Y
para esto puse el despertador para no llegar tarde!!!
Es
domingo, viejo; mal día para despertarse
con la alarma de un reloj.
Pero
los amigos, son los amigos y uno no puede fallarles.
El
asunto es llegar y saludarlo al Negro,
recordar con los demás, su merecida amistad, lo cálido de su generosidad.
Recuerdo la primera vez que me lo presentó Di Serio en la carpa de venta de
libros de los Palumbe y esa noche leyó un cuento este gran Núñez; que fue genial nos dio para comentar una
semana entera.
Esta
mañana cuando pasé por la Avenida Rivadavia, salían varios colectivos hacia las
piletas de La Salada, lo tomaba gente con sus bolsitos y heladeritas
familiares, un rostro me llamó la atención.
Es
singular como puede transformarse un rostro, hay caras que de frente parecen
perfectas, hermosas, pero cuando giran hacia un costado la perspectiva ya no es
la misma, se transforman, cambian y son los perfiles que “no me favorecen” por
lo fulero que salgo en la tele, decía una artista muy famosa.
La
cuestión que ese rostro que me llamó la atención, era muy parecido al rostro
del pibe que miraba a través de una ventana de un bar, en una tarde gélida de
lluvia en Buenos Aires. El pibe que miraba más allá de adentro del café y sus
parroquianos, más allá de las facturas y el café con leche que añoraba, miraba
con curiosidad de purrete, el disfrute de otros, antes de volver a sus
trabajos, miraba con ojos lejanos; los
ojos del desamparo de niñez abandonada.
Rostros
similares a muchos otros, “la ñata contra el vidrio”, dice la canción; ahora ya
lo tengo presente... esta situación me recordaba que la había escrito en un
cuento, el Negro Núñez, y lo leí en una revista.
¡Pero...
me falló la nueva dirección que me dieron en la terminal de taxis... y el Negro
no está! No hay caso por más que
pregunté, nadie sabe orientarme.
Me
olvidé la agenda con los teléfonos a quién consultar. San Antonio de la Padua,
en el mismísimo oeste del gran buenos tórridos aires ... ¿Quién lo habrá
mandado hasta aquí, al Negro Núñez? ... Tenía entendido que su domicilio era
por Morón o Castelar?
Ahora
me dicen que vaya hasta la estación de
Merlo y pregunte allí para poder encontrar la reunión.... Subo a la estación de
tren de Padua y espero... pero no, me vuelvo hacia los pagos de la calle
Zapiola 53, que es bastante lejos... Y además ya se pasó la hora.
Llego
a Liniers y luego tomó el 161 de regreso, con la frente marchita, en derrota,
como la derrota de Independiente ayer frente a nuestros rivales de siempre. Me
parece que Núñez también es del rojo y
Carbone, ídem... Carbone, ¡Ay Carbone!...
Regreso
sin poder dar el saludo al cuentista más grande del Oeste, como dijera alguna
vez, un crítico que me parece que está forzadamente en el anonimato.
Perdóneme
amigo Juan Alberto Núñez, no pude llegar hasta su funeral y darle la despedida
que usted se merecía.
El
velorio fue un día anterior, pero usted no se preocupe Negro, me atrevo a
aseverar que siempre estará presente en esos cuentos inigualables que
usted escribía y será difíciles de olvidar. ¿Sabe Negro? ¡Hasta la Victoria Siempre!! Negro Núñez del alma.
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