domingo, 18 de enero de 2015

Roberto Romeo Di Vita



Buscando al Negro Núñez   
Roberto Romeo Di Vita

-Y  justo ahora este perro me tiene que ladrar como un condenado y querer morder.
¿Y porqué será que recién descubro la dirección, pero está todo pintado de blanco y hay un montón de escombros en la entrada?
¡Noo, está todo vacío y no sale nadie, solamente ese perro maldito que me persigue!
Calle Quintana del mismísimo San Antonio de la Padua, las 10,30 de la mañana y nadie se asoma a las puertas. ¡Ni  un alma en pena a quien preguntar!...
¿Existirán las almas en pena? ...
Mucho verde, muchas casitas paquetas, pero están todos adentro y te podés gastar las manos golpeando, nadies va a salir pa ajuera M’hijito!!! “Los forasteros lejos de nuestros pagos, no vaya a ser cosa que sean villeros o chorros” estarán pensando estos mismísimos vecinos detrás de sus rejas y ventanas.
“Menos mal que el maldito perro se fue”, estoy pensando yo, amigo del Negro y me estoy quedando sin tomar un cafecito con él.
Carbone y... me acuerdo en este momento de toda tu familia, escribiste en el meil, la cita es frente a la estación para todos los amigos, pero te olvidaste la calle y el número, viejito!!... ¿Me  decís como hago ahora?
Para colmo el sol de este condenado enero argentinito, está apretando fuerte y la angustia por no-verme con Núñez me hace putear a lo grande.
Y para esto puse el despertador para no llegar tarde!!!
Es domingo, viejo; mal día para despertarse  con la alarma de un reloj.
Pero los amigos, son los amigos y uno no puede fallarles.
El asunto es llegar  y saludarlo al Negro, recordar con los demás, su merecida amistad, lo cálido de su generosidad. Recuerdo la primera vez que me lo presentó Di Serio en la carpa de venta de libros de los Palumbe y esa noche leyó un cuento este gran Núñez;  que fue genial nos dio para comentar una semana entera.
Esta mañana cuando pasé por la Avenida Rivadavia, salían varios colectivos hacia las piletas de La Salada, lo tomaba gente con sus bolsitos y heladeritas familiares, un rostro me llamó la atención.
Es singular como puede transformarse un rostro, hay caras que de frente parecen perfectas, hermosas, pero cuando giran hacia un costado la perspectiva ya no es la misma, se transforman, cambian y son los perfiles que “no me favorecen” por lo fulero que salgo en la tele, decía una artista muy famosa.
La cuestión que ese rostro que me llamó la atención, era muy parecido al rostro del pibe que miraba a través de una ventana de un bar, en una tarde gélida de lluvia en Buenos Aires. El pibe que miraba más allá de adentro del café y sus parroquianos, más allá de las facturas y el café con leche que añoraba, miraba con curiosidad de purrete, el disfrute de otros, antes de volver a sus trabajos, miraba con ojos lejanos;  los ojos del desamparo de niñez abandonada.
Rostros similares a muchos otros, “la ñata contra el vidrio”, dice la canción; ahora ya lo tengo presente... esta situación me recordaba que la había escrito en un cuento, el Negro Núñez, y lo leí en una revista.
¡Pero... me falló la nueva dirección que me dieron en la terminal de taxis... y el Negro no está!  No hay caso por más que pregunté, nadie sabe orientarme.
Me olvidé la agenda con los teléfonos a quién consultar. San Antonio de la Padua, en el mismísimo oeste del gran buenos tórridos aires ... ¿Quién lo habrá mandado hasta aquí, al Negro Núñez? ... Tenía entendido que su domicilio era por Morón o Castelar?
Ahora me dicen que vaya hasta la estación  de Merlo y pregunte allí para poder encontrar la reunión.... Subo a la estación de tren de Padua y espero... pero no, me vuelvo hacia los pagos de la calle Zapiola 53, que es bastante lejos... Y además ya se pasó la hora.
Llego a Liniers y luego tomó el 161 de regreso, con la frente marchita, en derrota, como la derrota de Independiente ayer frente a nuestros rivales de siempre. Me parece que Núñez  también es del rojo y Carbone, ídem...  Carbone, ¡Ay  Carbone!...
Regreso sin poder dar el saludo al cuentista más grande del Oeste, como dijera alguna vez, un crítico que me parece que está forzadamente en el anonimato.
Perdóneme amigo Juan Alberto Núñez, no pude llegar hasta su funeral y darle la despedida que usted se merecía.
El velorio fue un día anterior, pero usted no se preocupe Negro, me atrevo  a   aseverar que siempre estará presente en esos cuentos inigualables que usted escribía y será difíciles de olvidar. ¿Sabe Negro?  ¡Hasta la Victoria Siempre!!  Negro Núñez del alma.  

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