Crisantemos
amarillos
María Alicia Escobar
Ufa, dirán mis amigas fóbicas. Ufa, pero si mañana
es pascuas y compraremos roscas y huevos y comeremos pescado, algo que
escasamente hacemos el resto del año, sí, mañana es pascuas y hay que estar
feliz (feliz como unas pascuas, se dice aquí.). Seguramente vendrán algunos.
Otros no. siempre es así. Los que hace mucho plantamos, por decir así, ya no
están en la maceta.
Con mi bicicleta aún en la mano sigo mirando
vidrieras aunque no compre nada. Solo los crisantemos que pasean conmigo en el
canasto de ésta. De repente, él por no mirar, llevo por delante un niño que va
de la mano de su madre. El niño llora.
La madre me increpa. Estoy
desolada, no sé qué hacer. Pido perdón, perdón, perdón. Finalmente el niño solo
se calma cuando lo acerco, tomándolo de la mano, a un kiosco cargado de huevos
de pascua. Le pregunto qué quiere que le
compre. Sorbiéndose los mocos me señala el huevo más grande de todos los ahí
expuestos. Abro el monedero y saco hasta el último centavo y le compro el
huevo.
El y la madre se van contentos, no era para tanto después de todo, pero el
perdón es caro. Muy caro si lo sabré yo que hice la primera comunión. Pero aquí están los crisantemos más costosos
de mi vida. Amarillos, fulgurantes como
el oro de una corona de reina.
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