domingo, 18 de enero de 2015

Jenara García Martín


                           La página inconclusa   
                                 Jenara García Martín

 Lo único luminoso en aquel periodo sombrío de la vida de Lorena había sido su amistad con Nátali, la más simpática y bella de las jóvenes compañeras del internado, en quien podía confiar. Era la única que conocía su afición artística que la atraía desde niña  Ya lo había demostrado en alguna representación teatral en el Instituto. Incluso su físico la ayudaba: Era de una belleza altiva y serena, que casi imponía respeto. Muy segura de lo que quería  para su futuro.
 Lorena era hija única, huérfana de padre  y vivía con su madre, la Señora Carlota, de carácter dominante, firme en sus decisiones. Acostumbrada a una vida cómoda y respetable en la Sociedad que seguía frecuentando por la herencia que la dejó su difunto esposo. Lorena siguió internada en el mismo Instituto de primer nivel académico  pues el propósito de su madre era que se graduara y conseguir un buen futuro con un casamiento acomodado en la faz económica y social.
 Pero desconocía las ambiciones de su hija.
 A los dieciséis años, Lorena ya era consciente de su vocación de actriz dramática y que un día, no lejano,  iba a realizar su sueño, mas evitaba  hablar de ello con su madre puesto que sabía las intenciones que tenía para ella, una vez que se graduara y tampoco quería  exponerla a los malévolos comentarios de sus amistades, porque en aquellos tiempos la profesión de actriz era despreciada por la sociedad de posición respetable.  En el teatro se las podía aplaudir, eso sí,  pero nadie se animaría a recibirlas en su casa. Hasta  Nátali que, a pesar de todo, era una amiga incondicional, se horrorizaba sólo de pensar que Lorena pudiera un día dedicarse al arte teatral.
 Llegó el día de su graduación, y con Nátali se prometieron que su amistad no se quebraría, aunque sus caminos en el futuro,  tuvieran distinta dirección.
 -Este es el día más feliz de mi vida, hija mía –le dijo su madre con un efusivo abrazo-. Ya tienes el Certificado de tu graduación y un importante futuro por delante que te abrirá las puertas de las familias de la alta sociedad de esta Ciudad.
 Para Lorena comenzaba una nueva vida. Ya tenía 18 años, y  empezaban a pesarla demasiado  pues conociendo a su madre sabía que la haría hasta lo imposible para que siguiera el rumbo que ella había elegido.
 En efecto, no había pasado un mes de su graduación y la invitó a tener una conversación de madre a hija.
 - Lorena. De ahora en adelante ya podemos asistir juntas a las reuniones sociales, espectáculos y otros eventos acordes con nuestro status. Ya tienes edad para aceptar la corte de algún joven, eso sí, de buena familia y posición económica (la ambición de esa madre no tenía límites).                                 Lorena no se sorprendió de esta conversación de su madre y pensó mucho antes de contestarla, pues no quería llegar a una discusión de la cual pudiera tener que arrepentirse, pero no estaba dispuesta a someterse a una vida rutinaria como la de otras jóvenes de su edad, ambientadas a las costumbres sociales de la Ciudad en la que vivían desde que sus padres se casaron y en la que ella nació.
- Mamá, tú conoces muy bien cuales son mis pensamientos con respecto a aceptar algún joven con otras intenciones que no sea la de una buena amistad. Soy demasiado joven para una relación seria. Y si no lo sabías ahora te lo digo: yo quiero empezar a estudiar arte escénico y para ello tengo que trasladarme a París. Ser actriz, es mi meta.
- La Sra. Carlota, reaccionó como era de suponer, con una rotunda negativa.
 - ¡Actriz! ¿De qué  ambiente? Cabaret, Opereta, Revistas, (…) de cualquier estilo que sea es humillante. Estaríamos expuestas a los maliciosos comentarios, no sólo denuestras amistades, si no de la generalidad citadina. No pienses que te lo voy a permitir. Desde ya te digo, que no tienes mi aprobación.
 - Pues, lo lamentó mamá. Con tu aprobación, o sin ella, en cuanto sea la apertura de las inscripciones de los cursos, me trasladaré a París.
 - Quiero que desde ahora, seas consciente, que no tendrás ningún tipo de apoyo económico,  de mi parte.
 - Me lo imaginaba, mas no te preocupes, yo me costearé mis estudios con mi trabajo.
 - A despecho de todos los obstáculos y prejuicios,  Lorena realizó su sueño. Obtuvo de una tía, ya de edad avanzada que la apreciaba mucho, la ayuda económica que necesitaba,  y  se instaló en París.
 Soportó toda clase de sacrificios, e incertidumbres, sin perder el ánimo, y en pocos años consiguió más de lo que había deseado: éxito, riqueza, homenajes,  celebridad.
 También tuvo errores, pero su carácter salió fortalecido  de las distintas pruebas. A pesar de estar en la cumbre de su carrera de actriz dramática, sentía la nostalgia de su Ciudad natal El distanciamiento de su madre, con quien aún no había conseguido reconciliación, pese a los intentos de su parte.
 También extrañaba el largo silencio de su íntima amiga Nátali, pero ahora que recibió una nota sin firma ni remitente, pudo entenderlo. La nota decía: “falleció la madre de Nátali, luego de una larga y penosa enfermedad”. Se imaginó quién había sido la persona que envió la noticia.
 Esos sentimientos encontrados, entre el saber si estuvo bien o mal su comportamiento o el de los otros, comenzó a ser una lucha interna con la cual tenía que enfrentarse, y saber elegir el momento propicio para el reencuentro.

     

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