jueves, 18 de abril de 2013

VÍCTOR HOLDEN



PASARON MUCHOS AÑOS  

Nunca fuimos novios, siquiera intercambiamos un beso. La diferencia de edad en ese momento pesaba, yo tenía catorce años y ella apenas once, pero mi  atracción hacia ella era incomparable con el resto de las chicas del grupo, aun las de mi misma edad.
Recuerdo cuando con mis compañeros estábamos parados en la esquina de Callao y Corrientes y ella pasaba todos los mediodías con el micro de su colegio y me saludaba con una sonrisa. Como esperaba ansioso, ese fugaz pasaje. Sólo eso bastaba para colmar mis deseos y me daba el impulso necesario para continuar el día, y esperar el próximo.
El fin de semana, nos volvíamos a encontrar, pero no estábamos solos sino con el resto del grupo, no obstante nos cruzábamos las miradas, y en ese instante percibía que me sonrojaba.  Así pasamos varios años. Nunca se daba la ocasión para estar solos, tampoco yo la buscaba, ni tenía la necesidad imperiosa de decirte lo que sentía. Es más, no se ello se debía a que tenía el temor que mi interés por ella, no iba a ser correspondido.
Las pocas oportunidades que tuvimos de cambiar algunas palabras, eran sobre cuestiones intrascendentes, pero jamás sobre nosotros, tampoco pude transmitirle mis sentimientos.
Transcurrieron los años y con ellos los noviazgos y las rupturas, si bien no nos veíamos esporádicamente, ambos teníamos conocimiento a través de amigos comunes de nuestras relaciones sentimentales y sus frustraciones.
Un sábado a la tarde de casualidad nos cruzamos, y espontáneamente  te invité a salir a la noche. Cuando nos encontramos  le di un beso en la mejilla y al sentir el calor de tu piel volví a sonrojarme.
Recorrimos varios lugares de moda, hasta que terminamos en una famosa casa de té en la zona de San Fernando, allí la intimidad, nos permitió recordar los gratos momentos que pasábamos en grupo y como nos divertíamos, luego hicimos un racconto de los años vividos durante nuestro distanciamiento. Todo estaba bien, pero no pasaba de estar bien. Ninguno de los dos intentó ir más allá. Confieso que no tomé la iniciativa, pero tampoco advertí en ella ningún gesto que me invitara a tomarla. Esa fue la última vez que nos vimos.
De aquel encuentro pasaron cuarenta años, a veces me pregunto si tendría que haber sido más impulsivo. De algo estoy seguro: si sorpresivamente la encontrara volvería a sonrojarme. 


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