SEÑALES
Esa mañana
despertó y sintió su ausencia. Revisó la cocina, el living,
el cuarto de los chicos.
Busco alguna
notita, aquella que suele dejarle cuando sale sin avisar.
No había
rastros de ella en la casa.
La atmósfera
había cambiado, su perfume ya no se olía por los recovecos de aquél hogar.
Intuitivamente
fue hacia el placard. La ropa no estaba, se quedó contemplando varios minutos
aquel espacio vacío. Comenzó a invadirlo un sentimiento de soledad que lo
abrumaba. Pensó en los chicos, en sus hijos, en los de ambos.
Preparó el
mate y cayó en la cuenta que no tenía con quien compartirlo. Tantos años
juntos, imposible imaginar una vida sin ella.
Buscaba
respuestas. Retrocedió en el tiempo. No hallaba motivos para esa terrible
decisión. La culpó pensando en otro hombre, no se le ocurrió que el problema
fuera él.
Una vez le
había sido infiel, a pesar de amarla. La tentación fue irresistible. Supuso que
jamás se enteraría, fueron apenas tres veces bien mentidas.
Últimamente
hablaban poco, no pudo recordar la última charla.
Quiso
vislumbrar algún indicio. Ese año había
olvidado su cumpleaños pero ella lo absolvió de culpa y cargo con una sonrisa
en su rostro. La sonrisa si la recordaba.
El
aniversario, pasado por alto, no lo
contó. Era moneda corriente, ella decía que no tenía importancia. Otras cosas
hacían a la pareja. Otras cosas, ¿en esas había sido bueno? Aceptó que en este
último tiempo había estado ausente. Ausente para ella.
Quiso volver
a recordar la charla.
Dudó del
amor, pero no justificaba el abandono. ¿El abandono de quién? No era lo
suficientemente valiente para responderse.
Las diez de
la mañana. Debía despertar a los chicos y alistarlos para ir a la escuela.
Temía enfrentarlos.
Mientras le
daba el beso de buenos días recordó por fin la última vez que charlaron. Una
pelea. Salieron de su boca palabras que jamás debió pronunciar. Quedo tieso
mientras los niños le repetían una y otra vez la misma pregunta ¿dónde está
mamá?
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