CARTAS DE MERCEDITAS Y ORESTES
Pehuajó, 20 de marzo de 1925
Orestes,
amado mío, he estado pensando en ti todo este tiempo desde que nos separamos.
No sabía que
existía esta forma de amor. Las tardes cálidas del verano que se va en el
cuarto del pequeño hotelito. Sentirme tan pertenecida a alguien, tan entregada.
Me abochorno
de sólo pensarlo.
Estoy
esperando con ansias tu regreso. Todas las tardes voy a la estación a esperar
el tren de las siete para ver si en él llegas.
Sé que soy muy anhelante, que no me diste
una fecha exacta, pero dijiste que sería un día de las próximas semanas. Cuento
los días desde que te fuiste, todavía siento tus caricias, tus manos en mis
pechos, tus largos besos, quemando mis labios, todo tú dentro de mí y en la
soledad de mi habitación me sonrojo.
En casa
todos preguntan, qué me pasa, que estoy tan cambiada.
El hombre
del hotel me mira con una sonrisita extraña cada vez que paso; trato de no
pasar por esa calle.
Sólo en mi dormitorio me siento tranquila para
poder recordarte.
Muchas
noches en mis sueños apareces y en ellos hacemos el amor, me despierto
transpirada y no sé que me pasa, también me despierta la misma sensación que
sentía cuando me poseías y todo llegaba a su fin y entraba en éxtasis
Amado,
querido mío espero tu respuesta, te he mandado cada día una carta desde tu
partida y no he tenido ninguna respuesta, pero pienso que tu trabajo te tiene
ocupado, que pronto vendrás, tuya para siempre.
Merceditas
Buenos
Aires, 5 de abril de 1925
Pequeña
Mercedes:
Todavía
siento el fuego de las tardes contigo, el fuego de la culpa y remordimientos.
No podré
regresar, este amor es prohibido,
pecaminoso .
Mis
superiores me trasladan a Córdoba Iré a vivir a la cima de una sierra.
Mi nombre es
Ignacio. Estoy casado. Casado con alguien a quien tú no puedes suplir.
Mi amor es
por sobre todas las cosas. No debí cometer este terrible pecado. Estoy casado
con un ser superior a ti .También mis planes son superiores, deseo llegar al
cargo más alto.
Soy
sacerdote. Quiero ser Cardenal en mi diócesis.
Perdóname el
engaño, pero lo que sentí por ti, pequeña, fue reall También he pedido perdón a
Dios por haber sido por un momento un hombre simple.
Te amé como
hombre por un momento. Ahora sólo estoy entregado a mi sacerdocio, ruego para
que tú encuentres tu camino y seas feliz .
Perdóname
Padre
Ignacio
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