ME PAREZCO A
ROUSSEL CROW
Cuando la vi
por primera vez no reparé demasiado en ella, de pelo corto y casi la mitad de
mi edad decididamente no era del tipo de mujer que buscaba siempre. Supe, por
comentarios de las empleadas de la fábrica, que yo le había causado
"otra" impresión.
-Es tan
elegante con esa barba. Se parece a Roussel Crow- había dicho.
-¿De verdad
me le parezco?- le pregunté al Tuerto Ibáñez.
-Estás más
parecido a la Tota Santillán- contestó agarrándome la panza.
Me miré al
espejo, era cierto. Por mucho tiempo había postergado la dieta; no era la ropa
lo que se había encogido con el lavado sino que era yo el que se había
agrandado con el pan y los alfajores.
Pensaba en
la Tota Santillán que todas las semanas salía con una rubia infartante distinta
y cada vez estaba más gordo, quizás la moda había cambiado y los
"gorditos" nos habíamos vuelto una pieza codiciada por las mujeres.
Pero no me engañaba tanto, él aparte de kilos tenía dinero e influencias.
Yo en cambio
no tenía nada de valor, vivía en un departamento que me prestaba mi hermano. El
registro de conducir me había permitido sobrevivir haciendo fletes para la
empresa con una camioneta ajena. Simplemente era un pobre diablo de cincuenta
años en el que se estaba fijando una chica de 25; no era ninguna de esas
vedettes que salen en la revista Paparazzi pero, viéndola mejor, no estaba tan
mal y yo no era precisamente Roussel Crow, ni siquiera la Tota Santillán.
Desde que
enviudé, hace quince años, me había tirado al abandono y no había, aunque sea
una sola vez, intentado iniciar una relación seria con alguien. Sólo
prostitutas, una distinta cada quince días a fin de no generar acostumbramiento
ni afecto y si son de distintos lugares, mejor.
Una vez
intenté hacerlo con un travesti que era idéntico en todos sus atributos físicos
a María Eugenia Ritó, pero fue al ver su "atributo" colgando que
desistí de la idea y pagué sin consumir. Prostitutas, albergues, el cabaret,
demasiada bebida demasiado pagada, con razón nunca me quedaba un peso en el
bolsillo.
Me miré de
vuelta en el espejo del baño, vi mi barba desprolija de días, pensé en mi joven
admiradora y me dije: "Es cierto, estoy viejo, pero me parezco a Roussel
Crow."
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