sábado, 28 de diciembre de 2019

Stella Maris Taboro

                          La dama  del rojo clavel  
                                         Stella Maris Taboro

Llueve. Rejas transparentes encerrando el paisaje. La plaza del barrio se llenó de charcos. Saltan los niños entre ellos. La dama del rojo clavel sale, como escapando de la casa de Juan, ya no extraña ni la pared única de yeso, ni la luz de la ventana que muchas veces desde el este la iluminó.
No siente la lluvia, camina como una estela, casi etérea y sin perfume, con su atuendo aún no terminado. La mirada fija y distante en ese mundo que no se parecía al que ella conoce. Demasiados ruidos parecían golpear a su rostro, de sonrisa suave, casi congelada.
Salió para buscarlo, a él a su Juan Azairón. Ya no resistía su ausencia, él ya no la pincelaba con amor, con los colores nacidos de un arte que olía a pasión.
A su rojo clavel prendido en su sien le faltaban algunos pétalos y él tenía la culpa, pero lo había perdonado.
Le pareció vivir una injusticia eterna el no encontrarlo y hasta sentía el frío de los arroyos en sus espaldas. Ella no habría existido así, esplendorosa si no fuese por él, no habría alcanzado sus formas armoniosas si no fuese por Juan .
!Ah, Juan , cómo lo extrañaba! ¿Adónde estaba? Tenía que encontrarlo, por eso salió a buscarlo, por todos los puntos cardinales, por toda la ciudad, por las avenidas arboladas, por las sendas peatonales extraviadas de letreros y música. Ya no sabía qué estrategia usar para encontrarlo. No quería perderlo. No se animaba a preguntar por él.
Sola, así sola, casi inmutable lo buscaría hasta el cansancio, hasta el lugar más recóndito y estaba muy decidida, iría hasta donde duermen los cuerpos sin vida.
Corrían las horas, ya no llovía y no quiso volver a la casa, sin haber encontrado a su Juan. Empezó a caminar por un camino bordado con pinos y llegó hasta la entrada del lar de paz, recorrió con su mirada a todas las tumbas. Había una que tenía flores muy frescas, y al lado una placa con el nombre de él, su Juan, su hombre.
“Juan Azairon, 28 años,f alleció el 23 de marzo”. Otra placa rezaba.
A Juan , sus amigos del Arte”.
La dama del rojo clavel, no pudo llorar, dolida se retiró ansiando llegar a la casa de Juan.


Otra vez a esa pared de yeso, en ese lienzo donde él la había creado, frente a un enorme atril, junto a los pinceles y las pinturas que no pudieron terminar sus atuendos , ni algunos pétalos del rojo clavel...

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