domingo, 8 de diciembre de 2019

Sergio Borao Llop

                             Cuentos  breves  Sergio Borao Llop
                                                            Táctica

Durante siglos, se aplicaron a la quema indiscriminada de libros, laboriosa e inútilmente. Más tarde cortarían la lengua a los vencidos, para que no pudiesen transmitir la filosofía de su raza a las generaciones venideras. Prohibieron el ejercicio de las artes, enemigo mortal de la ignorancia. Cansados de soluciones parciales e ineficaces, optaron por celebrar un congreso. Después de intensos debates, según cuentan las crónicas de la época, decidieron aplicar la estrategia del caballo de Troya. Así, desde el oscuro palpitar de las entrañas, fueron asesinando la cultura.


                                                                Té para tres  

-Sé lo de Antonio- dijo Elena mientras removía el humeante líquido. Roberto dejó la cucharilla sobre la mesa y se llevó la taza a los labios. No parecía sorprendido. Sin apresurarse, quizá meditando una respuesta, apuró el té. Solía tomarlo así, muy caliente. -¿Te lo dijo él? -Sí. Anoche. Sólo al percibir la extraña mirada de su esposa, comprendió lo que se ocultaba tras sus palabras. -No teníais que haberos molestado- dijo, señalando la taza vacía. - Yo también tengo una sorpresa. Después de un largo silencio, añadió: -Soy seropositivo.


                                                           Proyecto uno 

Desconcertado, consultó otra vez los planos. Había revisado el proyecto de arriba a abajo un sinfín de veces sin encontrar el menor fallo en él. Sin embargo, ahora que ya todo estaba en marcha, no cabía la menor duda: Algo había salido mal, pero se le escapaba qué pudiera ser. Corregir el error se le antojaba imposible; la mera admisión del mismo resultaría nefasta para su carrera. Así las cosas, no vio más que una solución. Mandó llamar al subdirector. Al hablar, fue tajante: -Hay que poner en marcha el plan B. De inmediato. El subdirector asintió sumisamente, adoptó la forma de serpiente con la que el mundo habría de recordarle y partió a cumplir su misión. Así fue como Eva y Adán creyeron ser expulsados de un paraíso que jamás existió. Para que la ilusión fuese perfecta, hizo falta sembrar la semilla de la culpa y la desconfianza en sus corazones vírgenes. Después, el escriba oficial, siguiendo al pie de la letra las instrucciones recibidas, según es costumbre en los escribas oficiales, redactó una edificante historia repleta de tentaciones y manzanas.


                                                                     Blanca

Me ocurrió algo extraño. En mi bandeja de entrada apareció un correo que me llamó la atención. Procedí a examinarlo. Decía: “Acabo de leer algo tuyo y te he reconocido. Nunca nos hemos visto, pero hace tiempo que te andaba buscando.” Venía firmado por Blanca. Como es natural, el escueto mensaje despertó mi curiosidad. Previsiblemente, respondí:“También yo te espero hace tiempo.” 
Su respuesta llegó al día siguiente: Un lugar y una hora. Era muy lejos, tuve que conducir toda la noche. Cuando llegué al sitio, ella ya estaba allí. Un insignificante error de latitud nos separaba: Yo me hallaba arriba del acantilado; ella, magnífica, aguardaba abajo, entre las olas que rompían obstinadamente contra las rocas. Volé a su encuentro.

 

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