BREVES
Ana María Mopty de Kiorcheff
Clasificados
Gratificaré
devolución de palabras perdidas a la vuelta de la esquina. Llevaban trote de perro
vagabundo y ojos de pájaros sin nido. Me he quedado sin colores y no puedo
iluminar mis sueños. Sólo ando solo vivo.
Todas las noches
Debió
convencer primero al visir del rey, su padre; luego a la hermana para que
juntas superaran tamaño desafío. Cosa distinta sería organizar mil palabras en
más de mil noches. Preparada para la vida o la muerte, se arregló el pelo y la
túnica; ensayó sus gestos y las manos, libre de anillos inauguraría historias
como sólo ella, Sherezade, lo hacía.
Todos los días son jueves
Entre
la pared norte y la pared sur se nos ha instalado una lágrima. Se agranda en un
espacio donde temo caer ahogando todo recuerdo grato o esperanza. Si sucumbo
ante los golpes de sus aguas, no contestarás a mis llamados. Te quedarás ahí
ensimismado, apoyándote en el respaldo de la cama. Será jueves y me iré sin que
me pienses, vencida, dominada, conducida por el caudal de sus aguas, absolutamente
náufraga.
Ingenuidad
Un
hombre, perdido en el cinto de su ropa, se alarma. Piensa cómo pudo perderse su
persona. Reconsidera. Medita. Reproduce momentos. Se propone cambiar de ropa.
Imposible. Tiene encintada el alma.
La montaña
No
he podido peinarme al despertar. Las ideas se cruzaban indomables, rechazando
el esfuerzo del cepillo. Fue inútil humedecer, colocar cremas, acomodar con los
dedos tantas puntas erizadas. Luego he salido por calles aplanadas, disimulando
el desorden de mi alma que galopaba buscando la montaña.
Desocupado
Arrellanado
frente a la ventana, el viejo recuerda el tren que antes pasaba por la estación
desierta. Casi no han quedado vías y las hierbas crecidas las cubren con
salvaje verde. El nieto de cinco años se le acerca con las manos colmadas de
piedrecillas grises y se las ofrece para que jueguen, cuando en la ventana se
borran también las chimeneas de los ingenios desocupados.
La mano
Menudo
habitáculo el colectivo, como para envasar sardinas, dice un pasajero, como
piojo en costura, acota la mujer del medio y siguen subiendo en cada esquina,
como si nada. Súbita frenada y los cuerpos se inclinan sobre otros cuerpos con
olor a humanidad acumulada, cuando una mano toca y un hombre y una mujer que ni
una mueca en el momento que la mano busca, recorre sin que la femenina ceja ni
siquiera se modifique porque son tres: hombre, mujer, mano hasta otra esquina
¡Qué frenada! Y alguien desciende tirando de su saco, recuperando bolso
paraguas para que bajen mujer y mano.
Secuestro
Se
busca a un hombre con lanza, casco que arremete contra grupos engañosos del
gobierno o piquetes de caminos. Se recomienda cuidado a los opresores,
injustos, a los que hacen trabajar en negro y no respetan los acuerdos, también
a los que roban a los que reciben sueldos sin méritos ni esfuerzo. Lo describen
muy delgado de cuerpo, rostro alargado, recitador de proverbios, sin embargo
hace felices a sus lectores.
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