martes, 17 de febrero de 2015

Negro Hernández



      Tres Amigos, crónicas de café Negro Hernández

Mientras el sol de enero rebota en el empedrado de la esquina del Tres Amigos aprovecho parte de mis vacaciones para corregir las pruebas de imprenta de mi próximo libro que se publicará en el mes de abril. Como en el local del café no hay equipos de refrigeración -sólo cuatro ventiladores de techo que parecen molinos de viento quejándose en cada giro- vengo al atardecer después una buena siesta.
 El café está vacío, el Gordo, Sandoval están en algún lugar de la costa, y Rogelio viajó a Galicia para realizar su sueño: encontrarse con su primera novia que ahora es una viuda apetecible, así lo cuenta. Joaquín atiende el negocio con tanta fiaca que hay tardes que me da lástima hacerle un pedido.
 Me siento a mi mesa que a esa hora la cubre la sombra, abro la carpeta con los textos y con un resaltador voy releyendo y marcando los errores o los párrafos que merecen una modificación. “Tres Amigos, crónicas del café” se llama, es una selección de los relatos aparecidos en Redes de Papel, además mi hijo menor prometió ocuparse del diseño de tapa y de las fotos.
 Cada relato lleva la fecha de publicación, el primero fue “Café para melancólicos” de mayo de 1999 y lo siguen muchos más hasta nuestros días. Cada lectura me remite al momento en que fuera escrito. Es una sensación extraña retornar al pasado hecho palabras. Pensamientos, textos, emociones, paisajes, vivencias, imágenes que uno creía perdidas vuelven sin pedir permiso para ser vividas de otra manera. El pasado vuelve como ficción, el presente se ha perdido para siempre.
 Algunos de mis relatos me parecen ajenos, otros los reconozco como propios, unos pocos adquieren una dimensión muy distinta a la original y aquellos que me parecían discretos hoy se convierten maravillosos. El paso de los años nos muestra que la realidad cambia, los otros cambian y uno también cambia, todos a distintas velocidades. Me doy cuenta viendo a mis personajes actuar en cada cuento y me pregunto qué tendrán que ver conmigo.
 Repasando advierto que otro tema recurrente es el de la mujer “Todas la mujeres son Marta”, digo en uno de ellos y cualquier lector distraído se dará cuenta que las Martas que desfilan son más de una. Mujeres frágiles, autoritarias, demandantes, preciosas, crueles, devotas, fundamentalistas, madres, hijas, prostitutas, y todo el universo.
 De repente ha anochecido, una pareja habla en un rincón tomados de la mano, ninguno de la barra está presente y Joaquín bosteza detrás del mostrador. Me levanto para estirar las piernas y salgo a fumar un cigarrillo bajo la luna llena de Barracas, que es más luna. Alzo la mirada y creo ver en un primer plano al Flaco Gardel junto a Don Anselmo, detrás de ellos reconozco a El piano de Boris y Simplemente ella cantando un tango. Apago el cigarrillo con el pié izquierdo y entro al café.
 Es hora volver, pienso, me siento abrumado por el desfile de emociones que movilizan la lectura, guardo en la carpeta los borradores y dejo sobre la mesa 20 pesos.
 Salgo a caminar un rato antes de volver a casa. La noche de Barracas es más noche y los fantasmas me acompañan: Abel, el acariciador, Tito Sánchez, el cantor de boleros, el tordo Jorge, El Mirón de Palermo, Oliverio, El loco de los naipes, Beto, Mariulo, Ramón, la barra de Librepensadores, Marcos Portela, Rosendo Luna, y muchos más escondidos entre las sombras. Llego a mi casa y lo veo parado en la esquina como esperándome…
 Buenas noches maestro, le digo. Hola Negro, me contesta apretándome en un abrazo Alberto Marino.

No hay comentarios: