Breves Joan Mateu
Publicado en la revista virtual Con voz
Propia
Hojas muertas
Cuando
amaneció, el bosque era un gran cementerio. Nadie sabía el motivo de tanta mortandad.
Los árboles estaban caídos unos sobre otros en una informe montaña de cadáveres.
Hablaban de una guerra nuclear, algunos de un ataque con pesticidas, otros
simplemente se horrorizaban en silencio.
Sin
embargo todo el mundo sabía que eso podía pasar porque año tras año, el bosque
iba avisando. Cada otoño las hojas caían de los árboles dejándolos desnudos.
Era el cementerio de las hojas muertas. Era el aviso. Sólo era cuestión de
tiempo que también los árboles murieran.
Críticaliteraria
Sus
cuentos son sencillos, sugerentes y fáciles de leer. Tienen algunos errores
ortográficos que deben ser debidos a la prisa en escribirlos y algún defecto de
forma, pero eso no quita la calidad que subyace. El desarrollo de la historia a
veces se complica en cuanto que mezcla acciones actuales con cosas pasadas en
tiempos anteriores, pero debe tratarse de una licencia que adopta. A mí,
personalmente me gustan, aunque los personajes no son creíbles y se complica
mezclando historias de varios a la vez que son inconexos. Podría ponerle
“peros” a los argumentos que a veces pecan de poco cuidados y no se entienden
del todo, pero en líneas generales no están mal. Es cierto que parece que haya
algún plagio en alguno de ellos, pero sinceramente, a mí no me disgustan en
general. Son leíbles. Bueno, que tampoco hay que ser demasiado exigentes…
El mensaje en la botella
Las
olas llevaron a la playa aquella botella con el mensaje en su interior. Con
mucho cuidado consiguió sacar el papel de dentro y lo leyó:
“¡Socorro!
Estoy perdido en una isla desierta. Llevo más de un año tirando botellas al mar
con mensajes y estoy desesperado porque el mar me las devuelve”
Con
parsimonia garabateó unas palabras en el mismo papel. Lo enrolló y metiéndolo dentro
de la botella la tiró al mar lo más lejos que pudo.
Añadió:
“Te entiendo, a mí me pasa lo mismo”
Los hombres con alas
No
se sabe si fue producto de una mutación hormonal o quizás fue una variación del
ADN en algún experimento poco controlado, la cuestión es que empezaron a ser
habituales los nacimientos de hombres con alas.
Esto
creó confusionismo y también envidias. Las facilidades de desplazamiento, la
nula polución y los ahorros en viajes, fueron factores determinantes para que
se fueran introduciendo rápidamente en la sociedad.
El
hecho de que cada día hubiera más hombres con esta característica, hizo temer
una dominación de los alados, lo que creó temores en el resto de la población.
Sin embargo todo se solucionó cuando se pusieron de moda los colchones de
plumas.
El regreso del montañero
Después
de aquella expedición de tres meses y medio regresaba a casa con unas ganas
enormes de hacerle el amor. Los días pasados en lo alto de la montaña y los
esfuerzos realizados, lejos de haberle debilitado, parecía que habían actuado
de reconstituyente, sintiéndose pletórico y ansioso. Cada noche había soñado
que la tenía en sus brazos con tal intensidad que por las mañanas parecía que
notaba su olor.
Nada
más llegar a aeropuerto la llamó y anunciándole su llegada le gritó al
teléfono, deletreando con voz estentórea, "PRE-PA-RA-TE". Ella lo
recibió en salón, al cabo de veinticinco minutos, con una taza humeante en su
mano derecha.
Eclipse de artesanía
Estaba absorto mirando al cielo con una mano
ejerciendo de visera, protegiendo los ojos de los fuertes rayos solares. Al
preguntarle qué hacía, me respondió lo obvio:
-Ya
ves, mirando al sol.
-Eso
ya lo veo, pero ¿qué miras realmente?
-El
eclipse - respondió lacónicamente.
-Pero,
hoy no hay eclipse - respondí - de haberlo, yo lo sabría por los periódicos o
por alguna de las revistas de astronomía a las que estoy suscrito.
-Tú
observa y lo verás…
Puse
la mano de forma que no me cegara la luz y oteé el cielo sin ningún resultado.
-Lo
siento, pero no veo ningún eclipse.
-Es
que lo haces mal. No pones bien la mano.
-No
entiendo nada - dije mientras me contorsionaba con la mano en alto.
-Debes
sostener la mano recta y la vas corriendo muy despacio de forma que vaya tapando
el sol, primero con los dedos y luego con la palma. De esta manera consigues un
eclipse perfecto.
Al
ver mi mirada de sorpresa y mi semblante en el que se podía leer que creía que
se había vuelto loco, me dijo muy serio y circunspecto, mientras desplazaba la
mano sobre sus ojos:
-Estamos
en una época en la que se valora mucho la artesanía. No sería de recibo que los
eclipses no se pudieran manufacturar. Yo acabo de conseguir uno, realmente espectacular,
y además, hecho a mano.
2 comentarios:
Estimado Carlos:
Gracias por compartir estos cuentos breves con los lectores de Redes de Papel.
Gracias por mencionar la fuente de la revista con voz propia.
Saludos cordiales
Analía Pascaner
Gracias por compartir estos cuentos de Joan Mateu. Aprecio que hayan mencionado la fuente de la revista con voz propia.
Saludos cordiales
Analía Pascaner
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