Domicilio desconocido Liliana
B. La Greca
“Domicilio desconocido” rebotaba una y otra
vez en mi mente la imagen de aquel sello en la carta que tantas veces enviaste.
“Aquí no vive esa persona”,
repetía por expresa orden la señora que me acompañaba. Y el desconsuelo, y mi
grito interior y el horror de saber que aquello pudo ser.
Si parece que fue ayer. Cómo
imaginar un nuevo desencuentro.
Desde aquella tarde tan
esperada del encuentro convenido en el bar de siempre, el destino parece
empecinarse en convertir mis esperanzas en pequeños trozos de nada.
Castigo divino…dirían mis
tías. Estaba escrito…, mis padres. Y yo, repitiendo un ¿por qué?.
Solo sé que aquella tarde, solo tenía encima primaveras,
y la ilusión de sentir que era posible, que la vida juntos ya no sería un
sueño, que era la elegida. Y ese sentimiento de certeza indestructible.
Cómo imaginar que la
soberbia desprevenida e inconsciente, me haría cruzar aquella calle a dos
cuadras del encuentro sin mirar.
Oscuridad y la nada. Y abrir
los ojos dos meses después y descubrir que había que volver a empezar. Que ya
no sería la misma ni aun después de años
de esfuerzo. Que toda mi vida se derrumbó en un minuto. Que la incertidumbre
del después me aterrorizaba.
El timbre se escuchó
insistente y seguro. Gladys, mi acompañante había ido al súper.
¿Y por qué no?-me dije-
Lentamente me acerqué con mi
silla de ruedas hacia la puerta.
-¿Quién es?. Y el silencio…
Y la insistencia de aquel
timbre ensordecedor.
-Si no me dice quién es, no
puedo abrir.
-¡Cómo pudiste!. Se escuchó
desde el otro lado de la puerta.
Un sudor frío corrió por mi
espalda.
-Te esperé y jugaste
conmigo- continuó.
Mi silencio me lastimaba. Y
el sonido de una llave…Y la voz de Gloria diciendo mientras abrí la puerta de
par en par ¿señor, necesita algo?...Y el horror en mi cara…Y el gesto
incomprensible…Y aquel siglo en un instante de miradas profundas…Y en aquella
nada, el abrazo explosivo de dos almas explicando un por qué.
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