jueves, 26 de junio de 2014

Rubén Amato



                  La señal del adiós Rubén Amato

El pequeño, desde su silla de comer, estira su brazo y señala hacia el televisor. Es su manera de avisar a mamá que los dibujitos se han marchado. La madre revisa las conexiones, todo en su lugar. (Adiós Bugs Bunny) No le queda otra ahora que alzar al bebé y entretenerlo hasta la hora de la cena. (Adiós telenovela) Al llegar papá confirma con resignación que va a ser una noche rara. Así y todo va a revisar la antena del cable y la caja del disyuntor, hasta los tapones. No hay caso. (Adiós fútbol nocturno) Cenaron en silencio. De vez en cuando se miraban reflejados en la pantalla gris.
Un vecino llama a la puerta. Viene a despedirse. (Se iba del pueblo y con él otros tantos) Sugiere que lo siga. Que venda todo y que se instalen en un pueblo vecino donde hay trabajo y no hay problemas de satélite para la tele.
Al recibir la noticia piensan que ni locos. Pero a los dos meses rifan casi todos sus bienes y parten por el mismo rumbo (Adiós proyectos) La puerta se cierra y la casa se queda en silencio hasta que aparece la cuadrilla de demolición que comienza su trabajo.
En tres horas el pueblo se ha convertido en escombros, y en una montaña de piedra y cascote está el televisor, que misteriosamente se enciende de repente. La imagen de Bugs Bunny aparece con su conocido “¿¡Qué hay de nuevo, viejo!? que ya nadie mira a las cinco de la tarde.
      

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