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Emilio Yaggi
El niño
dromedario Emilio Yaggi
Este
colectivo es una tortuga; voy a llegar re tarde y la seño me va a…ya llegué,
¡en la esquina!... ¿dónde está el timbre?, acá está: un timbrazo, dos
timbrazos, tres timbrazos, cuatro…
-¡Pará
pibe, pará! ¡Ya escuché! ¿Qué querés, dejarme sordo? ¡Dale, bajate!
Se enojó
el chofer…menos mal que me abrió la puerta…
-¡Chau
chofer! ¡Chan, chan chan, chan chan charán chan chaaan…
-¡Hola
Andrés! ¿Cómo estás? Te estaba esperando.
-¿Y vos
quién sos? Yo no te conozco.
-¿Cómo
que no? ¿Ya te olvidaste de mí? Estuve en tu casa hace como dos meses; soy
amigo de tu papá. Él me llamó hace un rato y me pidió que te viniera a esperar.
-Pero yo
no me llamo Andrés; te equivocaste de chico, me parece.
-¡Oh,
perdón! Soy un desastre para recordar los nombres; cómo será que algunas veces
confundo el nombre de mis hijos y los llamo con otros. ¡Qué barbaridad! Aquella
vez que estuve en tu casa, hablamos con tu viejo sobre asuntos de trabajo;
trabajamos juntos. Vení, vamos a mi casa.
-No, se
me hace tarde porque el ómnibus tardó un montón; tengo que ir a la escuela. La
seño me va a dar clases especiales de matemática; ando flojo…
-Con
razón cargás esa mochila gigante; ¡parecés un niño dromedario! Hagamos una cosa,
mi casa es aquí a la vuelta y tengo el auto fuera del garage; te llevo hasta la
escuela y así llegás un poco más temprano, ¿te parece bien?
-No,
porque yo no te conozco y mi mamá siempre me dice que ni siquiera hable con extraños,
así que chau.
-Esperá,
esperá un poco. ¿Te gustan los jueguitos electrónicos?
-Sí, me
encantan y tengo muchos en mi casa. Juego siempre con mi hermano mayor que ya
tiene catorce años; cuando van algunos chicos amigos de él, me corren…
-¿Por
qué?
-Es que
algunas veces se ponen a mirar cosas…
-¿Qué
cosas?
-No,
nada, me voy.
-Esperá,
no tengas vergüenza; ¿se ponen a mirar chicas?
-Bueno,
sí, pero chicas desnudas…
-Eso es
normal; todos los muchachos miran esas cosas, ¿qué tiene de malo?
-No sé,
me voy; ¡uf! ¡Es re tarde!
-Vení,
pibe, vení…
-¡Soltame!
¡No me agarres que me duele! ¡Soltame o grito! ¡Devolveme el celu, es mío!
¡Dámelo! ¡Ladrón!
-Bueno,
está bien, acá lo tenés; calmate y sacalo vos del bolsillo de mi pantalón…
-¡No!
¡Dámelo!
-Pero sí,
pibe, tomalo, fue una broma; caminemos hacia la escuela, te acompaño. Te decía
que es normal que los muchachos y los hombres miremos chicas; ¿vos no las
mirás? Algunos chicos de mi barrio que deben tener tu edad más o menos, van a
mi casa para verlas. Lo que pasa es que en la casa de ellos no los dejan, los
padres son unos plomos, ¿viste? Yo tengo un montón de películas. Aprovechando
que sus padres trabajan, dentro de un ratito dos de ellos van a ir a mi casa
para ver todas las pelis que quieran, ¿querés venir?
-Ya te
dije que no; tengo que ir a la escuela.
-De
acuerdo. Ni una palabra más. ¿Querés un chocolate y quedamos amigos?
-No,
gracias.
-Pero
mirá que sos retobado, ché. ¿Ni un chocolatito querés? Está bien; acercate,
estás húmedo…tendrías que haber traído paraguas, chiquilín…
-¡No me
abraces! ¡Mirá que grito! Chau, me voy.
-¡Pará
infeliz! ¿Qué te pasa, me tenés miedo?
-¡Soltá
la correa de mi mochila! ¡Soltala, soltala!
-No te
voy a hacer nada, dale, vamos a mi casa, nos vamos a divertir, vamos a ver
chicas desnudas y…¡ay, maricón! ¡me mordiste! ¡vení para acá, hijo de perra!
¡no corras! ¡Pero si serás imbécil! (Mejor me hago humo antes que aparezca
alguien).
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