Desembarco en las islas mágicas de Agomez
María Teresa Bravo Bañón
Y
el día amaneció con perfume de versos y rosas y fui a desembarcarlos en las
islas mágicas de Agómez.
Caramelo
fue la mañana y ositos de goma translúcidos, para ambos.
Tomé
posesión con mi simple estandarte de un palito de canela y una bandera con un
hipocampo que le dibujó una sonrisa.
Hace
ya tiempo que empecé a escribirle un cuaderno de bitácora para llegar a su
orilla
Mi
tinta no fue algo que pudiera dejar una mácula o borrón de descuido por el
vaivén de las olas. Tampoco le escribí con carmín en los espejos, sino que mi
caligrafía fue con chocolate y con hilos de caramelo.
No
obstante, yo no sé de estrategias de conquista, invasión o pillaje, ni de
esgrima, florete o cañones, pequeñas son mis manos y sólo pueden sostener
plumas. Con ellas amaso el pan de mi hijo, imploro, acaricio, curo y enciendo
velas. Mis manos comadronas con que escribo, plancho y limpio los mocos a los
niños de la escuela. Y tejo, construyo jirafas o barquitos de papel y zurzo
calcetines y hasta alguna noche le he zurcido a él, el alma con ternura.
Traje
conmigo el rico patrimonio de la esperanza y la catarata del asombro y la
sorpresa.
Y
un cofre de bucanero repleto de estuches de rojo terciopelo, para llenarlo de
nuestras más queridas joyas que son nuestros versos.
Por
la tarde le regalé la luz de otros puertos, de otras rutas de la Especias en el
eco de un teléfono. y en el crepúsculo me volví una simple bengala encendiendo
la magia aprehendida en noche de Reyes.
Escribimos
la misma carta de ilusión y la echamos al buzón cruzando los dedos de la suerte
y de la magia. Nos hemos convertido, gozosamente, en argonautas abrazados al
mismo timón de los sueños.
En
las islas de Agomez las estrellas parecen tan cercanas esta noche que las
cazamos con la mano.
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