jueves, 26 de junio de 2014

Marta Becker



LA PARTIDA  INICIAL  
Marta Becker

Venancio fue un jugador empedernido desde su juventud. Había heredado nombre y vicio de su abuelo materno. Aunque el nombre estaba fuera de época lo llevaba  con orgullo. En cuanto al juego, lo tenía incorporado en sus venas y no claudicaba de él.
Estaba casado con María, que había llegado al país a los cinco años. 
María no era fea. Era muy fea y no hacía nada por ocultarlo. Su aspecto iba en concordancia con un carácter fuerte y aunque era más argentina que extranjera, había heredado los genes de sangre caliente de sus ancestros gallegos. Las peleas de la pareja se conocían en todo el pueblo y muchas veces debió  intervenir el cura para que no pasaran a mayores.
Uno de los motivos principales de esas reyertas era el juego. Venancio no escatimaba valores ni horas de trabajo en despuntar su vicio. Se podía pasar dos días y una noche seguidos jugando; se olvidaba de rancho, obligaciones y hasta mujer.
En una época supo tener mucho ganado, que fue perdiendo de a poco, al igual que algunas hectáreas del campo, una camioneta y un caballo pura sangre, un ejemplar bellísimo que pasó a manos de algún contrincante.
Cuando ganaba –pocas las veces- volvía a su casa contento, de buen humor y le dedicaba a María algunas palabras amables. Pero cuando se quedaba seco, tardaba en volver, daba vueltas y buscaba pretextos para explicar lo ocurrido.
Cierto día estaban apostando fuerte. En un momento, Venancio se sintió acorralado y con toda la furia en el rostro dijo –Apuesto a mi mujer-.
Silencio.
Los presentes se quedaron mudos. Primero, por lo insólito de la oferta. Luego, pensaron en la María, tan fiera, y nadie quería cargarse con ella. Pero como jugadores que eran, aceptaron el desafío.
Venancio perdió la partida.
Volvió a su casa, le dijo a su mujer que empacara sus cosas y se fuera a la casa de don Julián, el ganador, su ganador. María no entendía nada, lloró y gritó y pataleó y volvió a llorar, pero no hubo explicaciones y el Venancio mismo la llevó con petates incluidos al nuevo hogar.
Ocurrió que en partidas siguientes la mujer fue objeto de las apuestas y pasó de ser propiedad de Julián a manos de otros jugadores. Allí iba María con sus cosas de una casa a la otra, y su rostro y ánimo se fueron mejorando de a poco.
El tema es que como el Venancio estaba tan ocupado con otras cosas había descuidado bastante a su mujer, y ésta, al conocer otros compañeros, resultó ser una amante perfecta. Le fue cambiando el carácter y hasta parecía un poco más linda cada día que pasaba.
Pero el destino tiene sus vueltas. En uno de los juegos María volvió a manos de Venancio. Cuando se enteró, se plantó en sus trece y se negó a regresar con su marido. Había conocido la felicidad y no iba a perderla ahora, justo cuando a él se le daba por una vez la fortuna.
Tanta experiencia adquirida le permitió a la mujer abrir su propio negocio. Con el tiempo el burdel y salón de juegos de la señora María se hicieron famosos en la zona y aledaños.
Venancio tenía el acceso prohibido.
 

No hay comentarios: