lunes, 20 de enero de 2014

Guadalupe Ingelmo


                   Recuerdos de una vieja gloria  Guadalupe Ingelmo


No resiste la tentación de acercarse a ese vagabundo tan atípico que, en lugar de aferrarse a un vulgar tetrabrik, acaricia tiernamente una botella de Rioja. Se dice que ese hombre de gustos exquisitos probablemente gozó de una vida acomodada antaño. Lamentablemente ya no es extraño encontrar antiguos profesionales de prestigio viviendo en las calles.

-¿En qué trabajaba usted antes de caer en desgracia?

-Era vinatero. Yo fui el mejo -dice con orgullo, sacando una corona de laurel de la raída gabardina.

-No resistió la competencia de las grandes multinacionales, ¿verdad?

-Nunca me lo había planteado así, pero es otra forma de verlo. Dos mil años llevo dando tumbos, privado de oficio. ¿Cómo competir con alguien capaz de convertir el agua en vino? -reflexiona melancólico.

Y el viejo Baco, sin esperar siquiera una respuesta del atónito interlocutor, busca consuelo y olvido en la preciada botella.


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