jueves, 7 de julio de 2011

LAURA LOZA


LETARGO

Como todas las mañanas suena el reloj, sistemáticamente lo apago, salto de la cama, corro a prender la tele para ver la temperatura, voy al baño, salgo corriendo, preparo mi desayuno, todo mecánicamente… apago la tele, me fijo que todo quede en orden, le doy una palmadita al perro que se despereza y me saluda. Cierro la puerta, pero hay algo extraño en mí, cuando salgo a la calle veo que todo me pasa lentamente, como si todos estuviesen en cámara lenta. Me subo al auto, lo enciendo y me detengo a mirar a las personas aletargadas, yo me siento como ellas ¿qué me pasa? no estoy en mi ritmo, verifico, tengo el freno de mano puesto y me cuesta reaccionar, me distraigo pensando cómo llegó ese hombre a dormir en la calle, qué circunstancias de la vida lo pusieron así, con un freno de mano y no reacciono.
Y me pregunto qué me pasa, dónde estará la persona tan activa que era, sigo observando al señor que toma el ómnibus a la misma hora, le da una última y larga pitada a su cigarrillo y lo arroja antes de montar en ese caballo de hierro, miro a la gente que está en el bar, mágicamente puedo leer los labios a todos y me entero de sus conversaciones. Reparo en una mesa, un muchacho de unos treinta y pico habla del partido de Boca, del gol que erró Palermo en la Bombonera y que finalmente su equipo ganó la partida, mientras su compañero coetáneo, café de por medio y hojeando el diario, por lo que leo le contesta que está indignado con River que no levanta cabeza, a esta altura prendí mi primer cigarrillo, cuando de repente reacciono ante un bocinazo que me hace atender que me hace atender que el semáforo está en verde y no puedo avanzar, de reojo miro hacia mi derecha y tengo mi freno de mano puesto, lo saco y arranco.

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