LLUEVE
Pequeñas gotas, incesantes, silenciosas, golpean contra el suelo igual que los recuerdos lo hacen en mi mente ahora. Siempre me pasa. La lluvia de otoño es una bruja de ojos grises que me obliga a asomarme a su bola de cristal para traerme de vuelta los recuerdos que más duelen. No se conmueve por nada. Aunque le diga que no, que no quiero asomarme a ella, que no quiero mirar, no desiste. Una y otra vez acude presurosa a la cita, ya caiga lluvia fina o chaparrón, con su risa estruendosa y su bola desempolvada. Da igual que cierre los ojos con fuerza y niegue con la cabeza, la magia de su bola traspasa mis párpados y se cuela muy dentro.
No sé por qué lo hace, no sé por qué me busca. Le grito que se vuelva a sus cuentos, a buscar ingenuas princesas a las que martirizar, y me mira con esos ojos grises, conmovidos ligeramente o acaso tan sólo humedecidos por la lluvia, y sonríe en silencio. Quizá crea que ya la ha encontrado.
1 comentario:
Gracias, Carlos, por acercar mis letras a tus lectores.
Un saludo.
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