PUERTA CERRADA
Cuando escuchó la sirena Julia lo supuso. Otra niña violada. Otra vez había pasado. Tres violaciones, esto no tenía fin. Hacía 10 años de la primera, por ella tuvo una condena de 5 años. Salió en libertad. Pocos años -pensó Julia- el tratamiento psicológico lo hubiera ayudado pero él no lo quiso terminar, quizás hubiese sido efectivo.
La segunda violación 3 años de cárcel. ¿Cómo es posible? -se preguntó-. Y ahora las sirenas policiales la enloquecían. Qué había hecho mal- se auto reclamaba-. Seguro vendrá en busca de cobijo, llorará su arrepentimiento, después amenazará con el suicidio y por último intentará convencerme para que le dé una coartada. No está bien, nunca lo estuvo. Esto no puede seguir así, debe tener fin, las niñas no tienen la culpa de sus drogas, de su propia niñez, ni de mí.
Tal como supuso esa noche llegó cansado, llorando a pedirle algunos pesos. Julia lo abrazó como sólo ella podía hacerlo. Le preparó un café con leche, hasta medialunas había comprado para él esa tarde.
Carlitos se extrañó del recibimiento, por lo general siempre había reproches. Tomó la taza, estaba caliente. Prendió el televisor, mientras ella traía las medialunas.
Julia abrió un cajón de la alacena, se dio vuelta, lo miró con lágrimas y disparó. Cayó muerto, cinco disparos efectivos terminaron con su vida. Se arrodilló para besarlo y en voz muy baja le dijo: Hay cosas que una madre debe arreglar con sus hijos a puerta cerrada. Respiró hondo y apoyó el revólver en su sien.
Al día siguiente los noticieros anunciaban que el violador se había entregado en una localidad cercana.
1º Premio "Certamen Cuentos Brevísimos 2008" organizado por el Grupo Almafuerte de Berazategu.
(Buenos Aires)
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