martes, 15 de julio de 2008

JUANA SCHUSTER


COINCIDENCIA

Él también iba de faroles en faroles que llegaban desde los navíos.
Éramos dos mariposas nocturnas. Tenía todos los atributos: misterioso, oscuro, movedizo. Se acercaba al agua atrapado por su retrato que hacía pequeños movimientos ondulantes.
Sus labios parecían rezar una plegaria. Me miró, contemplé su rostro de rasgos griegos.
Por la mejilla se deslizaba una lágrima perdida que no hallaba el camino de regreso.
Algo nos unía. A los dos nos vestía una melancolía infinita. Tal vez él, cansado de amontonar desdichas.
Mi sombra se había apartado para recostarse en un paredón grisáceo junto al muelle. Nos observamos de cerca, anhelantes. Él pasó su brazo sobre mi hombro. Apoyé mi cabeza en su pecho.
No lo hagamos, -dijo.
Volveremos mañana.

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