sábado, 22 de septiembre de 2018

Sonia Figueras



Lunfardo que hiciste bien…  
Sonia Figueras

-Seño, usted me preguntó por qué hablo en lunfardo. Yo no sé si hablo en ¿cómo me dijo? ah, lunfardo ¿Como yo hablo se llama lunfardo? -Sí, fijate que decís palabras que otros chicos no las saben o no te entienden. -Y cuáles ¿a ver? La señorita Dora se sonrojó. El lunfardo le sonaba tan antiestético. Ella no se animaba a hablar así. Pero siente la obligación de explicarle a Daniel qué significa el término lunfardo. -Daniel, ¿cómo te puedo aclarar. El lunfardo no es un idioma, ni un dialecto Por ejemplo, idiomas son el español, el francés, el alemán y dialectos son los que se hablan en diferentes provincias o pueblos de algunos países ¿Me entendés algo? La seño continúa, el lunfardo aparece en Buenos Aires y en Uruguay cuando vinieron a colonizar estas tierras y con la mezcla del español, el italiano y también el portugués se forma esta forma de lenguaje. ¿Más o menos te queda claro? 
El niño la miró dudoso en tanto ella trata de demostrarle la diferencia con el hablar suyo y de los otros alumnos. -El lunfardo, sigue la maestra, lo hablaban, aún lo hacen las personas… bueno… las personas de un ambiente raro.  Entre ellos algunos entonces, robaban…no quiero decirte con eso que vos o tu familia lo hagan. Pero vos te expresás, hablás como esa gente. Es evidente que la señorita Dora se queda con el tema en el medio de un naufragio y no conoce bien que el lunfardo resulta ser uno de los rasgos lingüísticos del dialecto rioplatense y con gran implicancia en la poesía, las letras, especialmente en las de los autores de tangos. Le es difícil hacerle una buena aclaración al pequeño. Suena el timbre de recreo y la cuestión queda allí. En la siguiente de gimnasia que termina con el timbre correspondiente y Daniel se va a su casa. Al llegar deja la mochila, se saca el delantal que chiquito le quedaba y se hace un mate cocido. Por suerte queda garrafa, dijo. Se asoma por la ventanita de la cocina y ve pasar al “punga”. Quiere preguntarle si van a jugar, pero el punga pasa corriendo. Grita, pero el punga no lo oye. Toma su mate cocido, lava la taza presuroso y sale en busca de los chicos. ¡Tan apurado  se olvida el barrilete! Vuelve a buscarlo no fuera cosa que los otros lo tuvieran hecho. Su papá el domingo le había ayudado a hacerlo y tenía una cola bien lunga. Encuentra al Mario, al Pepe y al tano en el baldío de la esquina. El barrilete del tano es el mejor… los otros dos está bien, pero el mío, dice compungido,  el mío está el peor ¿Por qué mi viejo no sabe hacer un barrilete mejor? Cuando había ido al quiosco la chica le aseguró que el pelpa era del mejor. ¡Les había dado un trabajo! Azul y amarillo, como Boquita, no de otros colores, no. Se le pasa la tarde en el baldío con los chicos que dicen viejo, mina, engrupir y a él no le cambia en nada. Los entiende Está acostumbrado, en poco tiempo se ha adecuado a hablar como ellos. El padre viene esa noche más tarde que otras. Le cuenta que cuando sale del trabajo busca otro que le prometieron. Así pasan unos días. La seño lo llama aparte otra mañana. – ¿Tu carpeta Daniel? La seño bastante seria le llama la atención por la falta de las tareas. Se quiere morir. Está re atrasado. Desde hace una semana que no hace los deberes por culpa del barrilete. Las tardes las pasa aprendiendo a manejar el piolín, que levantara muy alto, mantenerlo en el aire, que no coleara, ¡a ver si se caía el primero! Esa noche, al llegar su papá, toma la sopa en un santiamén, se baña y duerme muy pronto. No quiere que el padre le preguntara por la escuela! Se salva. Por suerte.  El padre, (semidormido lo ve desde su camita), está con unos papeles sobre la mesa y tiene los anteojos puestos. El lunes se reitera un buen reto y un “quiero hablar con tu mamá”. Baja su cabecita primero. Un movimiento de su cuerpo lo delata. Está llorando. -Daniel, ¿llorás porque tenés miedo a tu mamá? La maestra se acerca a él, levanta esa cabeza gacha, ve lágrimas en sus ojitos de niño acongojado y lo abraza con ternura. -¿Te va a castigar? Vení Daniel, vamos al escritorio le dice, mientas con su pañuelo seca los ojos y las mejillas pálidas y mojadas. ¿No me podés decir a qué le tenés miedo? De su boca, niño triste, apenas surge entrecortado…no tengo mamá. Dora, conmovida lo conforma como puede. Ternura y cariño a ella le sobran. En calidad de nueva en el colegio desconoce aún los casos particulares de los alumnos, por lo tanto el de Daniel. Concierta con la Directora una cita con al padre y ese día confirma la ausencia de su mamá  fallecida en el parto del pequeño y que son nuevecitos del barrio. Desde la citación pasa un mes. Roberto Fontana pide una mañana en la Dirección de una de las cátedras en que dictaba Lengua para presentarse en la escuela. En ese encuentro habla sobre la orfandad de su hijo, el tema de la soledad y el uso común del lunfardo, que es conversado de la manera correspondiente. Llegan a la conclusión que Daniel lo utiliza en las clases de lengua, justamente en las que dicta su papá en la Universidad. Quedan en ver que el niño equilibre su uso. Algo pasa allí dicha mañana porque Roberto regresa más temprano a su casa las noches siguientes. Dos domingos después le pide a Daniel que se prepare para ir Zoológico con él. Por segunda vez, de asombro, el niño casi muere del susto,. En la puerta del Zoo, parada, sin delantal, está la seño Dora. Hoy Daniel está en séptimo preparando el viaje de egresados mientras la seño cocina, espera a Roberto que llega de la cátedra y ya en la cena, el jovencito trata de explicarle a su hermanito menor, en pequeños trazos, qué es el lunfardo. Yo soy la maestra de segundo grado de Rodrigo el hijo de Dora y Roberto que forman una espléndida familia. ¿No les parece que el lunfardo, nuestro decir popular, hizo bien su obra?


No hay comentarios: