La nostalgia es peligrosa
Cristina Pailos
“La vejez es un estado de
ánimo. Si se alimenta bien, señora, se
mantiene activa, y no piensa en que hay placeres prohibidos para usted, verá como
se prolonga la juventud. Cante , baile, no le tema al amor, viaje y eso sí:
cuide su estética”.
Cada vez
que escucho a las charlatanas de los programas femeninos, me vuelvo un erizo.
Es fácil decir no le tema al amor, son absurdas, si no se trata de miedo sino
que le echas el ojo a alguno y te
contesta: Debió ser linda usted cuando era joven. ¿Quiere que la ayude a cruzar
la calle?
Ayer un
grupo de amigas comentaba uno de esos programas y lo que agregué no cayó muy bien:
Hacé todo
lo que quieras pero la vejez es contundente, autoritaria, antipática e
impredecible. Tenés achaques y límites
.¿O no? Cuantas veces escuchaste: ¿Murió? ¿Cuándo? Si ayer la ví y estaba
regia.
No es
cuestión de hacerse la piba ni tampoco de estar pensando siempre en el final . Si no podemos aceptar nuestros límites y
movernos con alegría y naturalidad dentro de ellos, entonces seamos pacientes,
no nos apresuremos: la vejez es patética pero por suerte pasa pronto.
Una amiga
del grupo, Elsita, es la que peor aceptar la vejez. Nunca fue muy lúcida pero
ahora está insoportable. Es mayor que nosotras. Cuando yo estaba en primer año
, ella ya estaba en quinto. Después que enviudó la vimos tan tirada, que
pensamos ésta va a ir detrás del marido en cualquier momento. Lo peor es que ni siquiera lo haría por amor,
sino por nostalgia de cuando él le decía : que bien que cocinás el pescado, que
mugre que hay en otras casas; no son todas como vos. Me acuerdo un día en la
peluquería. Ella pensó que como yo estaba en el secador no escuchaba así que
contó barbaridades del marido al insectito
chusma del peluquero que revolvía y revolvía el caldero de deshechos
matrimoniales para sacar cucharones de chismes. Después que enviudó empezó a hablar
bien del pobre. Reconozco que fueron otras del grupo las que
se propusieron integrarla. Para mí, con decirle hola que tal cuando la
encontraba era suficiente. Creo que la vejez no te transforma, sólo magnifica
deficiencias; quien fue idiota toda la vida se vuelve idiotísimo, a quien le gustó
el dinero se vuelve avaro, quien fue crítico se vuelve lengua de víbora,(éste
último es mi caso)
Elsita
vive envidiando a los jóvenes. Cuando ve una bandada de chicos y chicas riendo
y en moto o en bicicleta, siempre dice: como quisiera volver a esa edad. Me
encantaba andar en bicicleta. Si mira un programa donde hay gente bailando,
empieza: eso no es bailar, yo sí que bailaba… En nuestra época se bailaba,
bueno la música era otra también. ¿Se acuerdan cuando gané un trofeo en un
concurso de rock and roll? Yo amaba a Elvis Prestley , a Bill Halley y por
supuesto a Little Richard. Después de esos genios, para mí, se terminó la
música, excepto algún tango de la Guardia Vieja, como Leguizamo o Madreselva.
Llegué a la conclusión de
que se le terminó hasta la ciudad porque seguía nombrando calles con nombres
que ya nadie conoce o negocios en cuyo terreno hubo tres o más demoliciones
desde aquel tiempo que ella llama “ mi época”
Le
pregunté, al estilo del insectito peluquero: -¿Tenés discos de Elvis?--Claro-
me contestó – y no sólo los escucho sino que dentro de lo que me permite este
cuerpo viejo como de madera, también lo bailo. Sola, claro, pero lo bailo y me
imagino que estoy en otros tiempos.
En dos
días organizaría la fiesta que ella denominó: Cuando el mundo era una fiesta, y
yo la imaginaba como de sonidos de postguerra que llegaban retrasados al
Atlántico sur.
Cuando
nos abrió la puerta, no lo podía creer. Se había puesto una pollera acampanada
que entonces se la llamaba pollera plato, con enorme vuelo, unos zapatos de
taco aguja altísimos y arriba una blusa con mangas abuchonadísimas, tipo plato,
también. Maquillaje blanco , los ojos bien pintados de negro al estilo
Cleopatra, o mejor dicho, Elizabeth Taylor en la película Cleopatra, una peluca
negra, y una gargantilla dorada pegada al cuello que representaba a un aspid
con la lenguita afuera para cleopatizarse aún más al estilo Hollywood. No
calculó que la orografía del cuerpo de entonces ahora, había sufrido todo tipo
de embates hasta modificarlo . Donde ayer había montañas erguidas con
orgullosos picos, ahora había mesetas y hasta valles y hondonadas. Se notaban
hundimientos y hasta deslizamientos de algunas superficies. Al salirse todo de
su asentamiento original, algunos rincones habían quedado con sobrantes de otros
lados en forma de rollos. Todo el mapa se había bajado. De manera que la
pollera plato no encontró la cintura de avispa de entonces y ella tuvo que hacerle algunos añadidos y
calzársela como de tiro bajo, hasta
donde pudo subir. Las pinzas de la blusa que señalaban y daban forma al busto
habían quedado arriba del verdadero busto, de manera que parecía un doble
busto: dos tazas chatas arriba y dos tazas chatas abajo.
Había
sándwiches y mucho Cuba Libre (fernet con coca cola, creo) . Sacó los discos y
un viejo winconphone que según nos explicó lo había hecho arreglar hacía poco y
fue trayendo los discos. Volvió a repetir que cantaría y bailaría y yo miraba
los tacos aguja y pensaba: otra operada de cadera. Puso un disco de Elvis y
cantó al unísono.
Love me
tender
Love me
sweet.
Never let me go
You’ve made my life complete
And I love you so.
Parece
que a último momento se le prendió una lucesita
porque dijo: para contonearme , prefiero estar descalza .
Preguntó
quien se animaría a bailar con ella, y la más ágil de todas, Magda, profesora
de gimnasia jubilada , se ofreció.
Desde el
principio, se notó que los cuerpos, sobre todo el de Elsita, parecían de gente
divirtiéndose en un cumpleaños de geriátrico, y Magda se posesionó, la levantó
para después pasarla entre las piernas pero el peso de Elsita pudo más y el
cuerpo retumbó en el suelo como madera.
Magda
también quedó con bastante dolor pero Elsita se desmayó y no reaccionaba. Vino
el portero asustado y atraído por ese
ruido seco a mueble pesado al que se le vencieron las patas y cuando vio el
cuadro , se persignó. Vino la ambulancia y se la llevaron. Llamamos a la hija y
en un rato nos encontramos todos en el sanatorio.
La hija
primero se preocupó mucho pero cuando la vio dijo: ¿Y ese espantoso disfraz que
quiere decir?. Ella sola estaba disfrazada. ¿Qué está pasando? Diganme la
verdad, ¿Está para internar en un neuropsiquiátrico, como yo creo? Es difícil
de aceptar. A veces tengo nostalgia de cuando ella era joven y hermosa y
nosotros éramos chiquitos.
Alcancé a
decirle: guarda querida con la nostalgia. Es peligrosa.
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