LA INCÓGNITA DEL
PAQUETE Jenara García Martín
Tenía veinticinco años, próximo a terminar la carrera de médico. De
carácter introvertido y evitaba las reuniones sociales, salvo las obligadas con
los compañeros de la universidad. Así
era el joven Singh. Residía en Tucumán
Capital, con su familia.
Su
padre, viudo, se había casado con una mujer de la misma edad que Singh. El
tener madrastra, no había sido el drama. El drama era que Singh se había enamorado de ella. Aunque trataba de ocultarlo, sus
otros dos hermanos, menores que él, no
desconocían sus sentimientos. Vivía un tormento por ese amor. Una locura de
amor imposible. La madrastra nunca había demostrado por los tres ningún otro
sentimiento que el de reemplazar a la madre que habían tenido la desgracia de
perderla para siempre. Un día aterrado por la situación que vivía y un
pensamiento tormentoso que no da lugar a la razón, Singh, se cortó las venas.
Fue
una tragedia en la familia, no sólo por los hechos, sino por descubrir el
motivo que le había llevado a tal desenlace. La rapidez con que actuaron los
facultativos, le salvaron la vida. Es sólo una mera frase: “le salvaron la
vida”. ¿Qué vida?... Si él había demostrado que no quería vivir...Tuvo palabras
de consuelo. Consejos de los hermanos haciéndole ver, que la vida puede tener sentido cuando se hacen proyectos
para un futuro que él tenía por delante. Pero era necesario cicatrizar la
herida que tenía abierta en su corazón. Singh, escuchaba a todos, incluso a su
padre, que le habló como padre, a quien le pidió perdón, prometiéndole
recapacitar sobre el error que había cometido y recuperar el tiempo perdido en
la Universidad. Terminaría lo antes posible la carrera.
-Y
después, hijo – le preguntó el padre.
-Después,
pretendo viajar a Buenos Aires, pues quiero seguir estudiando para conseguir el
doctorado en Psiquiatría, y mientras, trataré de conseguir algunas horas de
prácticas en algún hospital.
Singh
fue cumpliendo las etapas según las había proyectado y pasados dos años regresó
a visitar a la familia en unas vacaciones. Su carácter, en cierta forma, algo
había cambiado. y para bien. El ambiente en la familia era más cordial. Todos
se alegraron de su visita, incluso la madrastra, que se lo manifestó al
estrecharle la mano, dándole la bienvenida. Él era más comunicativo y en
especial con su hermano menor, que
terminaba ese año la secundaria, quien no se cansaba de dialogar con él
haciéndole preguntas sobre cómo se había
acostumbrado a esa nueva vida y por la especialidad que había elegido. El otro hermano había
ingresado en la Universidad, y estudiaba Letras.
-
Saúl. Tú recordarás que yo era muy
introvertido, pues la Psiquiatría es la ciencia que se dedica al estudio
y tratamiento de las enfermedades mentales y yo
he necesitado ese tipo de ayuda para salir de ese aislamiento en el que
me refugiaba y no quiero volver al pasado que fue producto de mi inestabilidad
mental. Elegir esta ciencia me ha convertido en lo que soy hoy.
-Es
cierto, Singh. Cómo has cambiado. Antes no se podía conversar contigo y ahora
no puedo creer que tenga la confianza de
poder acercarme a ti, sin que me esquives.
-Todo
se lo debo a esa complicada ciencia que repitiendo el término, es la ciencia
que estudia para prevenir y diagnosticar
la rehabilitación de los trastornos y complicaciones que esconde la mente
humana. Y escucha Saúl, recién en el siglo XX comenzaron a identificar estas complicaciones que esconde la mente,
como enfermedades.
-Y
antes cómo las trataban.
-La
mente humana era un misterio y podían llegar a tratarlos, como…- no siguieron
hablando porque la doncella les llamó para la cena.
Mas
un día, Singh, se encontró sobre su cama
un paquete que decía: “para Singh” y sin remitente. La incógnita no tardó mucho
en descifrarse.
Se
lo enviaba la madrastra. Contenía una llave y un puñal. La llave, la reconoció,
era la de la glorieta donde ella acostumbraba a ir todas las tardes a disfrutar del atardecer,
en soledad. La sorpresa comenzó a
preocuparle. ¿Qué mensaje encerraba el
envío de esos objetos? ¿.El puñal? Símbolo de Muerte. Tragedia. Sangre. Y la
Llave: ¿Para qué? No podía descubrir el mensaje oculto en el
envío de tales objetos. Y comenzó de nuevo el tormento., analizando los por
qué del procedimiento de su madrastra,
con quien no había mantenido ningún
diálogo.
Recordaba cuántas veces, en ese pasado oscuro de su
mente, la había observado, sin ser
visto, desde su rincón preferido en el parque, a esa hora del crepúsculo
sentada en la glorieta disfrutando de los últimos rayos del sol que iluminaban
su bello rostro anacarado. Ese rostro, al que, por vergüenza, nunca había dado
un beso. Ni de amistad. Ni de madrastra.
Llegó
el momento en que tomó la decisión de descifrar el mensaje. Mientras atravesaba el espacioso y cuidado
parque, que le conducía a la glorieta,
sus pensamientos volaban confusos. ¿Se habría apiadado de él y le
perdonaría? Llevaba sólo la llave. Abrió
la puerta de la glorieta, haciendo el menor ruido posible. Ahí estaba ella
sentada en la mecedora mirando a través de los vidrios el hermoso atardecer que
se presentaba ante sus ojos. Permaneció inmóvil. Singh dio unos pasos y se
arrodilló frente a ella. Las manos. Esas manos perfectas que cuando se
saludaban le hacían temblar, las tenía sobre su regazo. Le extrañó su silencio
y su inmovilidad. La pidió perdón por amarla y por la actitud que tanto hizo sufrir a todos. Ella, sólo levantó lentamente la vista y le
miró con una mirada triste, de pena, de dolor, y su cabeza se inclinó, sin que
hubiera emitido una sola palabra. Singh no podía entender nada...nada de lo que
estaba pasando, mas cuando se animó a tocarla las manos, le recorrió por el
cuerpo el indescriptible frío de la muerte....¡HABIA MUERTO!
Su
última mirada había sido para él...Descifrado el enigma del mensaje, permaneció arrodillado a sus pies,
apenado y desconcertado ante tal desenlace y cuando pudo reaccionar, huyó del
lugar. Se apresuró a cruzar de regreso el parque, y sin que nadie pudiera
observarle se introdujo en la casa y se encerró en su dormitorio con el corazón
destrozado, sin poder llorar. Había conseguido dominar todo tipo de
impulsos y haciéndose infinidad de preguntas,
pues los hechos le demostraban que ella sentía algo por él, pero debía
ocultar el envío del paquete y que él había estado a su lado cuando aún
respiraba. Con una actitud desconocida
en él, decidió actuar con sangre fría y esperó
a que alguien la descubriera.
Cunado
su padre llegó de la Oficina y ella no estaba esperándole, como era su
costumbre, preguntó a la doncella y le respondió que la vio cruzar el parque
hacia la glorieta y allí fue a buscarla. Al llamarla y no responder, se acercó
a ella y al comprobar que no estaba dormida si no que estaba sin
vida, el grito desgarrador se escuchó hasta en la casa. Singh lo esperaba
contando los minutos y salió apresurado cruzando el parque llegando a la
glorieta junto a la doncella. El cuadro que presenciaron los dejó
paralizados, produciéndose un silencio
estremecedor. Era el momento de su actuación, como Psiquiatra, y emplear las palabras adecuadas en ese
momento. Y fue él, el que debió consolar
a su padre, que no tenía consuelo, actuando con la serenidad que el caso le
obligaba. El secreto del encuentro para evitar la actitud de ella y el
comportamiento de él, se iría junto con ella, a la tumba. Habían sido dos corazones heridos, en el
pasado, por un sentimiento culpable, sin
pretenderlo, y ahora no podía conocerse ese encuentro furtivo. Hubiera dado lugar a que pensaran en un acto
de infidelidad por parte de los dos, y
nadie hubiera creído que fue ella la que lo provocó.
El
sufrimiento de tal desenlace hubiera sido más doloroso y dramático para
todos.
Hasta
que no llegó el médico no conocieron que
padecía un sesevero problema cardíaco y su deceso podría producirse en
cualquier momento, y que Ella le había rogado mantenerlo en secreto.
Su
ausencia sin retorno dejó en toda la
familia un vacío inmenso, un profundo
dolor y una infinidad de preguntas.
También Singh en su mente se llevaba grabada la tragedia, y el remordimiento de la mentira. Un secreto
que le abrió una grieta muy profunda en su corazón, preguntándose qué grado de culpa era el suyo. Ahora pensaba, como paciente. Cuando volviera
a Buenos Aires tendría que visitar a un
Psiquiatra.
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