domingo, 13 de septiembre de 2015

Maximiliano Sacristán



   La conservación de los hábitos 
                                         Maximiliano Sacristán

Para no perder nuestra tradicional cena familiar en el patio, todos los años contratamos a los mejores imitadores (aunque ellos prefieren que los llamemos replicantes). Desde las estrellas hasta las cotorritas que se chocan contra el farol -y también el farol, claro- o el rocío de la madrugada, que se materializa cuando la guitarra de sobremesa comienza a borronearse. En fin... todo lo recordamos, y todo lo exigimos. Ellos son los mejores, y nosotros lo queremos como antes. Tal cual. Por eso cada verano -o esa serie de sensaciones que recordamos como “verano”- los replicantes nos garantizan una auténtica comida al “aire” libre. Le aseguro que si usted no mirase con microscopio el vientre de algún cascarudo jamás se enteraría de que son una fidelísima imitación hecha por la empresa.

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