Perfecta Jenara García Martín
Desde
que nació estuvo sobreprotegida. Su nombre era Perfecta, elegido por su padre
al escuchar al médico, cuando vino a
este mundo, que tenían una hija sana y perfecta. La amaron a su manera, y ella respondía a ese amor como
una buena hija. También recibió una
educación esmerada, pero la
convirtieron en una persona insegura y solitaria. Su forma de vida se reducía a
las costumbres de sus padres, ya mayores
y bastante severos.
Un
buen día, ya cercana a los treinta años, Perfecta se levantó decidida a
efectuar un cambio en su vida. Pensó en cuánto la desagradaba su nombre y la
vida que llevaba. Tenía grabado en su memoria la frase de su madre que siempre
la repetía: “que le debía la vida”. ¡Qué vida! Una vida oscura, sin futuro y
sin pasado. Sólo llena de vacíos y sufrimientos. Sin amigas de la infancia, ni
de la adolescencia y menos de la Universidad, y pretendientes “prohibido”. La “niña” podía pensar en
contraer matrimonio y dejarlos. Lo único que le reconfortaba eran los momentos
de rebeldía interna, puesto que nunca pudieron influir en su obsesión por la
limpieza y la estética., y tampoco en su afición por las Bellas Artes. Se inclinó por la pintura en el
estilo abstracto, con gran éxito. Eran famosas sus Exposiciones.
Impuso
su carácter, oculto hasta ese momento, y
los condicionó a sus gustos y costumbres.
Fue un cambio radical en el hogar el que tenían que respetar y cumplirlo. .El nombre
tenía que soportarlo para siempre como si fuera un estigma, aunque no se
resignaba.
Escudriñando
en su memoria, recordó que era el aniversario del casamiento de sus padres,
cincuenta años de casados: “Las Bodas de Oro". Les ofrecería una cena-fiesta
con todos los familiares y algunos de los pocos amigos que frecuentaban la
casa. Como quería que fuera una sorpresa les pagó un día de excursión a las
Sierras, cuyo regreso sería alrededor de las veinte horas, advirtiéndoles que por la noche, tenían entradas
para ir al Teatro a las veintidós horas y deberían vestirse de gala: ¡No lo olvidéis!
A
la hora prevista (las veintidós) empezaron a llegar los asistentes a la fiesta
y las puertas del salón se abrieron. La
sorpresa de los homenajeados fue inenarrable y más aún, cuando Perfecta les
comunicó que esa Fiesta era su regalo para celebrar sus Bodas de Oro,
reemplazando la salida al teatro, por lo tanto tenían que recibir a los
invitados. Se emocionaron y agradecieron
a su hija con un beso, que no permitió llegara a rozar su mejilla.
Las
dos lámparas de cristal encendidas con
sus refulgentes destellos de luz
daban más vida a todo el
mobiliario del salón. La casa resplandecía como nunca. Perfecta, había supervisado todo con la obsesión habitual. Sus padres se
mostraban orgullosos escuchando las
felicitaciones que dirigían a su hija.
La mesa, los adornos florales, el
menú, todo preparado con gusto y
delicadeza.
Perfecta estaba resplandeciente. Vestida para la
ocasión. Se había recogido el cabello en un moño alto que dejaba al descubierto
su bello cuello de cisne. Resaltaban sus ojos claros y su rostro de suaves
líneas, junto a su esbelto cuerpo, que le hacían parecer más alta y elegante. Y
sonreía como nunca la habían visto hacerlo.
La
fiesta estaba resultando un éxito, hasta que los invitados se excedieron con el
alcohol .Con descuido dejaban las copas en cualquier lugar. Los canapés a medio
consumir, los tiraban al piso. Ella que se había esmerado tanto para ese
acontecimiento.
¡Le
arruinaron la fiesta!
Tuvo
que retirarse por un momento del salón
para ocultar su rostro desencajado situación que fue observada por su padre
quien quiso conocer el motivo de ese cambio,
pero Perfecta no le dio ninguna
explicación.
El
salón quedó en penumbra, iluminado sólo por las velas de la torta. Surgieron
las felicitaciones de rigor y los aplausos al apagar las velas y prender de
nuevo las lámparas.
Mientras
estaban sirviendo la torta, la tensión de su rostro no había desaparecido. Era
otra. Tiró del mantel de la mesa donde había sido colocada la torta y cayó
sobre la alfombra persa, que era una belleza, junto a platos, cubiertos, vasos
(…) y los invitados desconcertados ante
el comportamiento de Perfecta recibieron improperios que salían de esa delicada
voz, que ahora desconocían, quien les
abrió la puerta de salida del departamento. No les despedía con palabras, si no
con hechos. Algunos en una situación deplorable, a consecuencia del exceso de
la bebida, mas no la importó. Sus padres estaban desconcertados contemplando a
su hija que no sólo sonreía, disfrutaba emitiendo unas carcajadas
delirantes, sin permitir su
intervención. Ni siquiera les dirigió
una palabra.
Cuando
se retiró el último invitado, fijó una mirada extraña sobre la torta transformada
en una montaña de masa uniforme, y a sus padres que se habían sentado en un
sofá, en actitud temerosa. Perfecta ni se acercó a ellos. Seguía con esa
misma risa delirante y destruyendo cualquier objeto que encontraba a su
alcance. Sólo un pensamiento terrible cruzaba por su mente. Que la encerraran
en una celda sucia y hedionda en lugar de una habitación blanca, ordenada y
aséptica, de cualquier hospital
psiquiátrico.
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