domingo, 13 de septiembre de 2015

Juana Rosa Schuster



Demasiado tarde  Juana Rosa Schuster
 
Llegó a la pulpería con el rostro como una piedra trabajada por los siglos. 
No hizo falta que atara el caballo. Mientras miraba hacia adentro, recorría con rencor los momentos vividos. Era más joven cuando todo sucedió.
Entró. Casi todas las mesas estaban ocupadas. Se sintió observado. Todo olía a grasitud. Una mujer se acercó. Tenía edad incalculable, dos trenzas tirantes enmarcaban un rostro cansado. El delantal mostraba manchas de comida y usaba un vestido varios talles más grande. A Damián le pareció que podía levantar vuelo en cualquier momento. -¿Qué le traigo?
Damián no alcanzó a ver el estado de turbación de ella.
-Una grapa.
La pulpera se retiró , arrastraba unas alpargatas rotas.
Damián recorrió con la vista las paredes vetustas, una lámpara rudimentaria atraía los insectos más variados. En un rincón, dos sillas gastadas descansaban contra el mostrador maloliente.
-¿Viene de lejos?- Alguien quiso saber.
-Acá el que hace las preguntas, soy yo.
Hubo un silencio, luego susurros y cada uno volvió a lo suyo. Jugaban a los dados o a las cartas.
Antes de terminar de beber, Damián se dirigió al dueño del lugar.
-¿Dónde puedo encontrar a Timoteo Cáceres?
-¿Le debe plata?
Apenas hecha la pregunta, el pulpero se arrepintió. Las facciones del forastero se desfiguraron. Dio un puñetazo a un estante de madera y rodaron los pequeños vasos. El sonido de los vidrios rotos, lo enfureció. Estuvo a punto de sacar el cuchillo. Se contuvo cuando vio la cara de susto de Teodolina.
-Puede hallarlo en le herrería, frente a la iglesia.
El hombre pagó y se retiró sin importarle pisar los vidrios.
Los parroquianos comentaron que algo malo iba a suceder.
Lo vieron montar y alejarse.
El sol pampeano se escondía cuando arribó, aparecieron las primeras sombras como cómplices.
Algunas mujeres de negro salían de la última misa. El cura las despedía con un: -Dios las bendiga-
Al sacerdote no le pasó desapercibido este jinete, con sombrero oscuro y aspecto huraño. Cerró las puertas. Sintió temor. Sin embargo, el aspecto le resultaba conocido. Sobre todo por la cicatriz en la mejilla derecha.
Una vez en la herrería lo vio. Cáceres recibía los bonos de pago en ese momento.
El patrón nada pudo hacer. Todo fue sorpresivo.
Damián sacó su cuchillo y lo tomó del cuello.
 -Me robaste la prienda.
 Le clavó el facón en la garganta. Borbotones de sangre brotaron .Los testigos gritaban. El vengador saltó sobre la montura.
 El padre Candelario espiaba por una mirilla.
 Había visto y escuchado todo. Salió a toda carrera y vociferaba: -No, no, el pulpero sedujo a Teodolina. ¡Te equivocaste!
 Pero ya el zaino estaba lejos.

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