NATALIA SAMBURGO
La batalla de los dioses
vencerlos
para salvar a la Humanidad.
Dioses y
Humanos se unieron para lograr más poder. Los Demonios tomaban formas distintas
para confundirse entre ellos.
Por fin
la batalla comenzó. Los cielos se oscurecieron. Una lluvia de cenizas se desprendía
del espacio anticipando los acontecimientos.
De las
tinieblas salieron los Demonios.
De detrás
del Sol aparecieron los Dioses y los Humanos Iluminados, elegidos estratégicamente
para poder batallar.
El choque
fue feroz. Unos contra otros utilizando sus poderes trataban de destruirse.
Velocidad,
fuerza, garras, colmillos, poderes mentales. Todas las armas estaban al servicio
de los contrincantes.
Cada uno
tomaba la forma que hacía que sus poderes se manifestaran al máximo.
Pero los
Demonios no contaban con una virtud de los Humanos: “La Estrategia”. Ellos
podían planificar y por ellos se anticiparon a los movimientos del enemigo.
Unidos en
formación, alineados con el poder del Sol, desplegaron una fuerza descomunal
que terminó uno a uno con los Demonios.
Los
Dioses quedaron sorprendidos. Habían elegido bien a sus aliados.
Ya no
había más oscuridad. La luz había ganado. Las estrellas volvían a brillar y los
humanos en la Tierra, ajenos a la batalla, seguirían sus vidas escoltados por
sus Salvadores.
Por fin
podía desplegar mis alas. Tanto tiempo estuve encerrada, ajena a los
acontecimientos
que me rodeaban.
Por fin
podía volar, sobre aquellos árboles, sobre aquel monumento, sobre aquel
edificio,
sobre
aquellas vías.
Por fin
podía sentir el aire contra mi cara, el frío de la mañana, la tibieza del Sol.
Por fin
podía escuchar los cantos y los ruidos, oler aromas y sentir con el tacto.
Por fin
podía ser libre, como una paloma, volando con las alas desplegadas y poniendo a
funcionar
todos mis sentidos.
Ahora lo
veo todo más claro, ahora siento la libertad, la que tanto ansié. La veo
blanca, la
oigo
armoniosa, la huelo floral, la degusto dulce y la siento suave.
Por fin
soy libre, por fin llegó y ahora se queda conmigo.
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