miércoles, 24 de diciembre de 2014

Rosa de Schottlender



                            El plan  Rosa de Schottlender
Se acercaba la fecha y ella, Carlina, se había propuesto darles su merecido. Sin mostrar inquietud, elaboraba “in mente” una íntima manera de manifestarlo. Quería que su amiga Alcira supiera de su intención. Se llegó hasta la casa. Le dijeron que se había marchado a la presentación de un libro de su tía Alicia. Cuando se iba pensó:
“¡Qué lástima!” Necesitaba preguntarle si conocía alguna fórmula de fácil ejecución para realizar lo que se proponía. Por suerte, en su casa, buscando, descubrió libros que explicaban cómo hacer  bombas de eficaz estallido y hasta encontró los elementos necesarios para consumar su obra.
La única preocupación que la desconcentraba de su proyecto, era cómo llevarlo a cabo sin que sus padres se dieran cuenta.
El diablo y el ángel pujaban dentro de sus atolondrados quince años. Se le llenaron los ojos de lágrimas al consultar sus sentimientos y más se empacó en la determinación que había tomado.
Las casualidades se presentan por la fuerza constante de la mente y ella había empleado todo su potencial energético para que sus padres salieran esa noche. Justamente habían salido solos, dejándola encargada del cuidado de su hermanito.
No quiso hacerlo partícipe del plan y lo mandó a la cama después de un entretenido programa de televisión. Entonces buscó todos los elementos para la ejecución de la bomba. Tendría que estar lista antes de que ellos volvieran. Con mano inexperta y temblorosa empezó a elaborarla. La fórmula no le pareció nada fácil. Pero con tenacidad todo se puede. Pacientemente lo consiguió. Calculó la hora, tendría que esperar que se compactara, que se amalgamara, antes de revestirla con la capa del material indicado para poder introducirle la mecha, una mecha eficiente en una bomba fuera de lo común.
Esperó adormilada en un sillón. Oyó en el silencio nocturno el ruido del ascensor acercarse al tercer piso. Rápida como el rayo encendió la mecha y con el corazón latiéndole a tambor batiente se alejó a su dormitorio.
Al encender la luz, el estallido visual de la bomba de chocolate con su vela chisporroteante conmovió hondamente a sus padres. Atónitos ante la sorpresa, felices, leyeron la tarjeta que la acompañaba: “Papis: ¡feliz aniversario! Los quiere, Carlina”.

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