miércoles, 24 de diciembre de 2014

Carlos Margiotta



                    OTRO LUGAR Carlos Margiotta
                       A 20 años de la publicación de su primer libro de poemas

Otro lugar
Dejó los ojos colgados

como dos soles transparentes

mirando la pared llena de signos grabados

con los capilares de una piel extraña

y una lente gigante suspendida del techo

balanceándose de un lado a otro,

para agrandar los destinos tejidos ayer

con los hilos de sedas brillantes

y colores nuevos.

Dejó sus anillos encadenados de luz

sobre una colmena de ciudades aéreas,

recorridos por trece huellas de pequeños pies.

Para que la niña camine segura en ellas,

las lunas que adornaran su vientre.

Dejó un mapa terrenal de sonidos

donde escuchar las voces de los pájaros

descender a las orillas de un río sagrado.

Y descansó, imaginando el regreso en otro lugar.


Infancia


La infancia son los hijos

jugando en el patio desierto,

con la sonrisa evocada mil veces

en los ojos presentes.

La infancia son los padres

donde siempre se es niño,

donde aquellas escenas repiten hoy,

por nunca aprendidas.

La infancia es lo más viejo

que retorna otra vez,

atravesando hacia delante

la memoria, en algún rostro.

La infancia es el olvido

que se encuentra al final

esperando al actor

para renacer en otro. 



 
Mujer del jueves
Llegó un jueves como todos los jueves
Con la soledad arrugada de su memoria roja.
Me trajo el beso incierto del ayer perdido
y una lágrima exiliada detrás de sus ojos de vino.
Me trajo voces nuevas para palabras viejas
y la sabiduría eterna de su sexo guardada
en silencio dentro de una vasija.
Me trajo una flor y el pan para la mesa vacía
que sirvió en un gesto con dos recuerdos
y una promesa incumplida.
Se fue un jueves como todos los jueves
llevándose el encuentro y la espera,
llevándose el fuego de mi sonrisa en su seno.
 
Palabras perdidas
Hay palabras volcánicas
crecidas en el silencio del deseo
que escapan sin razón
como una pasión fugaz.
Hay palabras románticas
escritas en el aire por un enamorado,
para soñar el amor
en la hamaca de una plaza.
Hay palabras equilibradas
que se eligen con precisión
para disimular el dolor
en una despedida.
Hay palabras asesinas
que se dicen contra la creación
matando el vuelo rebelde
de cada despertar.
Hay palabras buenas
que unen la magia con la verdad,
acariciando las sílabas secretas
de la infancia
para comprenderlas después.
Hay palabras perdidas
que debieron decirse alguna vez
y no pudieron.
Son palabras desaparecidas, arrepentidas
en una vieja valija
esperando ilusas
que aquél momento ocurra.



Fotos viejas
Fotos viejas mezcladas en una caja de cartón,
junto a partidas de nacimiento,
la medalla del colegio
y cinco dados en el cubilete gastado.
Fotos viejas que se tiran sobre el tapete
disparando la memoria en blanco y negro.
Sonrisas perpetuas, recuerdos de papel
que se repiten en cada mano
mirándonos desde ese instante congelado
donde fuimos o quisimos ser.
Fotos viejas de momentos remotos,
irrepetibles lugares sin regreso
que se revelan otra vez
para decirnos adiós.
La bicicleta apoyada en el farol
de la plaza iluminada contra el sol
y ella sentada en un banco
con el vestido a lunares
tirándome su beso eternamente
detenido en el clik.
 

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