Domingos sin sol Marta Becker
Domingo.
Suena el despertador. Clara lo apaga de un manotazo, se da vuelta en la cama y
decide quedarse un rato más. La realidad es que Clara no quiere levantarse. O
no puede. Hace unos días que está con el mismo tema, no puede salir de la cama,
en ella se siente protegida de un mundo en el que no quiere entrar. Igual, no
tiene nada importante que hacer. Comprar algo de comida, o el diario. No, mejor
se arregla con lo que tiene. Se vuelve a dormitar. Tal vez sueñe.
Domingo.
Gastón comienza la rutina. Se levanta, se viste con ropa deportiva, guarda una
botella de agua en la mochila, y sale a caminar. Tiene establecidos 5 kilómetros, ni uno
más ni uno menos, todo está controlado, igual que su vida. Si algo se modifica,
se desequilibra. Vuelve a su casa, se baña, prepara algo de comer, contando las
calorías de lo que va a ingerir, por supuesto, y ya no tiene nada más para
hacer. O eso cree. Se sienta en un sillón viejo frente al ventanal del comedor,
desde donde puede ver la calle, la gente que camina, los coches, un mundo en el
cual siente que no tiene lugar. Nadie lo espera, nadie lo busca, nadie lo
extraña.
Domingo.
Luego de pasar otra noche llena de pesadillas, Roberto sale de la cama muy
cansado. Imposible sacar de su cabeza los monstruos que lo torturan, una
invasión de seres que aparecen a la noche, despiadados, invasores, con quienes
mantiene una lucha desigual que lo deja exhausto. Supone que una ducha de agua fría los quitará de encima.
Error. Pone la radio a todo volumen para apagarla enseguida. No la soporta. Se
prepara el almuerzo sin ganas, y lo come frente al televisor apagado. Piensa en
salir pero no tiene objetivos. Vuelve a la cama.
Domingo.
Roxy está despierta desde las 4 de la mañana, sin motivo aparente. Tiene la
vista clavada en el teléfono, espera que suene. Es el mediodía y el aparato
sigue mudo. Se para frente al espejo, estudia su figura y la ropa que eligió,
luego de cambiar las prendas cinco veces. No está conforme. No tiene con quién
consultar, ni siquiera un perro para que la mire y con su silencio dé su aprobación.
Se instala en la cocina y, en forma desaforada, engulle un almuerzo preparado
para tres. Pasa las primeras horas de la tarde sin darse cuenta, en un clima de
sopor, mientras espera un llamado que no llegará.
Domingo.
Cuando decae el día y las almas están en picada, Clara, Gastón, Roberto y Roxy
se encuentran reunidos en la terapia de grupo de los días domingo.
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