Noche plateada Celia
Elena Martínez
Estábamos
reunidos en casa de Laura y Felipe, con Juan. Habíamos bebido demasiado. Nos
reímos mucho esa noche, en la que Felipe y yo nos sentimos atraídos y en medio
de la borrachera subimos al piso de arriba. Del otro lado de la pared desnuda
oíamos las risas y grititos de Laura.
Lo
nuestro era solo una cuestión de piel, una piel gelatinosa, llena de sudores
resbalosos por la agitación de nuestros cuerpos entrelazados, temblorosos. En
un momento nos fuimos al parque oscuro. Sin ellos. Dejamos la casa, hacia el
campo tempestuoso por la tormenta que se avecinaba, el brillo de la noche
plateada nos abrazaba, tirados en el pasto rodábamos, yo dentro de él, éramos
uno solo. Cuando comenzó a llover mojamos nuestros cuerpos con la sensación del
agua intrépida que nos golpeaba con fuerza, era un diluvio que nos hacía arder
más todavía, cuando por fin llegó el éxtasis estábamos tendidos, mojados en la
tierra que ya era barro, nos revolcamos en él riendo. De pronto escuchamos las
voces que nos llamaban de Laura y Juan, nos
escondimos mientras nos dejamos bañar por la precipitación, les dijimos
que habíamos salido a caminar y nos había agarrado el aguacero. Nuestra amistad
forzada siguió, nuestra pasión encendida también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario