miércoles, 23 de abril de 2014

Celia Elena Martínez









Noche  plateada Celia Elena Martínez

Estábamos reunidos en casa de Laura y Felipe, con Juan. Habíamos bebido demasiado. Nos reímos mucho esa noche, en la que Felipe y yo nos sentimos atraídos y en medio de la borrachera subimos al piso de arriba. Del otro lado de la pared desnuda oíamos las risas y grititos de Laura.
Lo nuestro era solo una cuestión de piel, una piel gelatinosa, llena de sudores resbalosos por la agitación de nuestros cuerpos entrelazados, temblorosos. En un momento nos fuimos al parque oscuro. Sin ellos. Dejamos la casa, hacia el campo tempestuoso por la tormenta que se avecinaba, el brillo de la noche plateada nos abrazaba, tirados en el pasto rodábamos, yo dentro de él, éramos uno solo. Cuando comenzó a llover mojamos nuestros cuerpos con la sensación del agua intrépida que nos golpeaba con fuerza, era un diluvio que nos hacía arder más todavía, cuando por fin llegó el éxtasis estábamos tendidos, mojados en la tierra que ya era barro, nos revolcamos en él riendo. De pronto escuchamos las voces que nos llamaban de Laura y Juan, nos  escondimos mientras nos dejamos bañar por la precipitación, les dijimos que habíamos salido a caminar y nos había agarrado el aguacero. Nuestra amistad forzada siguió, nuestra pasión encendida también.

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