Al verte caer
Adela Inés Disteffano
Herida
la lluvia nos deja su idioma de corta garganta y acecha la frontera de amores y
desamores.
Me
senté a escribirte, alabarte en nombre de los seres que te esperan, en nombre
de aquellos que tanto te aborrecen.
Al
verte en el espacio me pregunto ¿Por qué tu caída alumbra la penumbra de mis
sienes y en un instante lo derribas todo? No encuentro respuesta entre la
humedad y el viento persigo la corriente al borde del camino y te guardo en el
sonido emitido por el corazón.
Nuevamente
cae la lluvia como tantas veces, tragedia del recuerdo, del abandono y la
gloria.
Hoy
es ese ciclo latente de melancolía, la nada de un tiempo sediento de verdades
que castigan. Hoy es donde el recuerdo devora el castillo de mi ciencia.
Permaneces expansiva reviviendo añoranzas dormidas. Fue bajo tu lecho donde
descubrí al amor primero y mis manos entrelazadas con las de él se mezclaban
audaces entre tu cuerpo. Te observo, es una costumbre, mientras mis ojos
empañados se confunden contigo.
Gotas
y más gotas nostálgicas invaden, la intensidad de una nueva esperanza florece
junto al olor a tierra regada y un nuevo
horizonte hace que esta lluvia naufrague en el núcleo de esta noche.
La
misma trae consigo un poco de mi olvido, amenazo con nuevas formas para no
recurrir siempre a lo mismo.
El
violáceo imaginario del agua me traslada a un mundo con pocas respuestas ¿Por
qué son tan bellas esas lágrimas que nos dejan los muertos al caer la lluvia?
Te
observo prisionera y silenciosa. Eres gorrión herido, cayendo en un gesto de
lealtad, besas mi frente y formas más tinta para las letras que vuelco día a
día en un cuaderno, tal vez en algún momento pueda ponerle alas y se transforme
en consuelo y placer. El círculo abstracto de las horas te hace más grande en
el terruño.
Lluvia,
llanto pálido del cielo, refrescas mi rostro y lo germinas de fuerzas, de
abismos perfectos de la vida.
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