miércoles, 23 de abril de 2014

Analía Temin




El precio de la seguridad 
Analía Temin

Entraste en crisis de a poco, en realidad, primero te saturaste de que Tito te presione con los celos, te sublevaba que te cuestionara que querías estudiar y claro, vos no le dabas bola, hacías bien, y te anotaste igual en el curso, ahí en el Club Larrazabal, y por supuesto te seguías viendo con tus amigas, era lo justo. Lo único que faltaba era que dejes todas tus cosas, tu vida, lo que cualquier persona normal tiene que hacer porque un día, cansada de luchar con un nene a cuestas, una infancia tortuosa y un conflicto político que te hizo primero desaparecer y después exiliarte, lo conociste a él, te gustó, se hizo cargo de vos y tu hijo, como una promesa tácita de resolver tu vida y vos dijiste “Sí, con este tipo me caso”.
Claro que pasado el tiempo, convengamos que, no te portaste muy legal que digamos, sobre todo porque Tito no te dejaba ni respirar sola, siempre atrás tuyo, llevándote y trayéndote de acá para allá, vos sabías que era para controlarte, muy mal, no correspondía pero como te decía, vos no fuiste muy legal y terminaste provocando situaciones límites. Primero te enamoraste perdidamente de Rafael, eso fue indisimulable, Tito se daba cuenta nena, nosotras no sabíamos cómo pilotearla, nos hiciste cómplices a todas, ok, todo bien, amigas son las amigas y te cubrimos y te cuidamos los pibes para que vos vivieras tu gran amor con el Rafa, qué desastre, el tema es que no te la jugaste, lo largaste al Rafa para quedarte en la seguridad de la vida con Tito, la vivienda, la tranquilidad económica y todo lo demás y nosotras quedamos como el reverendo orto con Tito que nos hizo la cruz y pasamos a ser todas las más trolas del condado y vos te hiciste soberanamente la boluda.
Tuviste suerte, seguimos siendo amigas, pasada la tormenta todo se acomodó por un tiempo. Tito se tranquilizó. Hasta que aburrida de todo o como vos decías siempre, tu naturaleza infiel, volvió a jugarte una pasada. Cuando volviste esa tarde a buscar al nene  me contaste que en el curso el profe te invitó un café y te regaló el poema de Benedetti “Mujer de Lot” , yo te dije bien clarito “Fijate lo que querés hacer, no arriesgues todo lo que tenés por una ilusión que te va a durar lo que un pedo en el viento”, ¿te acordás? Y vos qué me dijiste : “Sí, ya se, pero no puedo evitarlo, siempre fui infiel y me mata la rutina, necesito algo diferente, una cuota de poesía”…etc, etc, etc…me dijiste. “Bueno dale -te dije- hacé la tuya, yo soy tu amiga , no de Tito pero cuidate, no te expongás…”.
Esta vez, Tito ni sospechó, por suerte, pero en poco tiempo la historia con el profe no era lo que vos esperabas y para rematarla y  complicar las cosas volvió al ataque el Rafa con lo cual tu cabeza estalló.
El profe te entendió, se corrió de la historia y vos te empezaste a ver nuevamente con el Rafa. Fue un kilombo porque enseguida se te empezó a notar que en algo andabas, Tito agudizó sus persecuciones, claro todas sus sospechas eran fundamentadas, vos te rajabas, nadie sabía dónde estabas, volvías y se notaba que tu mente estaba en otro lugar, en una nube multicolores, de tus ojos brotaban mariposas aleteando entre campanitas, arpas y trompetitas, una pequeña orquesta de cupidos. ¡Hay nena, la que se te armó!
Los dos empezaron a presionarte, Rafa quería que largues todo y te vayas a vivir con él y tus hijos, estaba dispuesto a todo y realmente tenía con qué sostener lo que te ofrecía y los dos estaban muy enamorados. Tito no estaba dispuesto a perderte ni a dejarte ir aún a costa de saber que no lo amabas como él deseaba y se merecía, estaba dispuesto a bancarte este berrinche tuyo hasta que se te pase, se atenúen tus emociones y te acomodes nuevamente a la vida con él. Tanto era así que un día me dijiste: “Siento que nunca voy a poder separarme de Tito y que Dios me perdone pero es como que solo voy a librarme de él si quedo viuda”. Él accedió a irse un tiempo a la casa de sus padres para que todo se calme y darte un poco de oxígeno, una buena estrategia de su parte. Con un poco de distancia podía manejar, mejor, inclusive, tus apegos con él. Tu gran intríngulis era la casa, no querías rodar más por la vida, ahora con dos hijos, quién sabe por cuántos domicilios más, hogares más, viviendas más.
A la presión de ellos se sumó la tuya propia. Estabas en un duelo feroz, entre, un gran amor correspondido con promesa de una vida feliz que incluía todo lo que vos deseabas vivir para vos, junto a tus hijos, o la seguridad ya instituida de un matrimonio legal, casa propia, obra social, ingresos garantizados y en el peor de los casos, incluso, quedabas asegurada con una pensión, más el amor incondicional de Tito, padre de uno de tus hijos.
Fue demasiado, no pudiste soportar el tironeo y un buen día decidiste no de los dos. Te tomaste varias cajas de pastillas para dormir. Esa mañana, tu hermana, que pasaba unos días con vos, no te pudo despertar, claro estabas desmayada, me vino a buscar, nos pareció mejor llamar a Rafa y pedirle ayuda, ya que con Tito teníamos cero onda. Te llevamos al hospital, nos indicaron que te dejáramos dormir todo lo que necesitaras y que en la semana te viera un psiquiatra. Esa tarde, te despertaste, te pregunté por qué habías decidido esto, me dijiste que no era tu intención matarte pero que necesitabas dormir profundamente y dejar de pensar. Los chicos le avisaron a Tito lo que pasaba y vino inmediatamente a la casa. Vos manifestaste sentirte segura si él estaba cerca, así que yo dejé todo en sus manos y me retiré. En la semana, supe por tu hermana que te habían internado en una clínica psiquiátrica.
A los pocos días, me sorprendió Tito que me llamó para hablar conmigo, por supuesto, lo atendí. Me planteó que a la única persona a la que querías ver era a mí, así que al día siguiente fui a la clínica.
Fue durísimo verte así, dopada, ida, despojada y vulnerable a todo. En medio de tu mambo, entre balbuceos, me pediste que me ocupara de tus hijos, que no los dejara, que viera por ellos, que te los cuide mientras vos te reponías. Te juré por mi vida que los iba a cuidar como si fueran míos, nos abrazamos y lloramos juntas. ¡ La puta madre…esto sí que dolió… carajo!!
Afortunadamente, te fuiste reponiendo, Tito volvió a la casa para encargarse de todo y como era tu voluntad que yo me ocupara de los chicos, él aceptó mi ayuda que además en ese momento la necesitaba. Fuimos amables y diplomáticos uno con el otro, lo importante era sacarte adelante y que te pongas bien. Al mes volviste a tu casa, repuesta, a comenzar una nueva vida con Tito.
La vida no te eximió de elegir, la seguridad que tanto necesitaste forjar, se imponía en tu vida a cambio de no pocos sacrificios. En el camino fuimos quedando, el Rafa, el curso, el profe, las amigas, entre las cuales me incluyo, el amor, los sueños…
Con los años supe que Tito se enfermó, que lo cuidaste hasta que falleció, que perdiste la casa en una maniobra de venta, de la misma, donde te estafaron, que tu nuera no te deja ver a tus nietos, que tu hijo menor se fue a vivir solo con la novia y que decidiste volver a tu pueblo natal, Carmelo, en Uruguay, donde te espera un antiguo amor, Eloy, aquel muchacho africano del que me hablaste alguna vez.

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