El precio de la seguridad
Analía Temin
Claro que
pasado el tiempo, convengamos que, no te portaste muy legal que digamos, sobre
todo porque Tito no te dejaba ni respirar sola, siempre atrás tuyo, llevándote
y trayéndote de acá para allá, vos sabías que era para controlarte, muy mal, no
correspondía pero como te decía, vos no fuiste muy legal y terminaste
provocando situaciones límites. Primero te enamoraste perdidamente de Rafael, eso
fue indisimulable, Tito se daba cuenta nena, nosotras no sabíamos cómo
pilotearla, nos hiciste cómplices a todas, ok, todo bien, amigas son las amigas
y te cubrimos y te cuidamos los pibes para que vos vivieras tu gran amor con el
Rafa, qué desastre, el tema es que no te la jugaste, lo largaste al Rafa para
quedarte en la seguridad de la vida con Tito, la vivienda, la tranquilidad
económica y todo lo demás y nosotras quedamos como el reverendo orto con Tito
que nos hizo la cruz y pasamos a ser todas las más trolas del condado y vos te
hiciste soberanamente la boluda.
Tuviste
suerte, seguimos siendo amigas, pasada la tormenta todo se acomodó por un
tiempo. Tito se tranquilizó. Hasta que aburrida de todo o como vos decías
siempre, tu naturaleza infiel, volvió a jugarte una pasada. Cuando volviste esa
tarde a buscar al nene me contaste que
en el curso el profe te invitó un café y te regaló el poema de Benedetti “Mujer
de Lot” , yo te dije bien clarito “Fijate lo que querés hacer, no arriesgues
todo lo que tenés por una ilusión que te va a durar lo que un pedo en el
viento”, ¿te acordás? Y vos qué me dijiste : “Sí, ya se, pero no puedo
evitarlo, siempre fui infiel y me mata la rutina, necesito algo diferente, una
cuota de poesía”…etc, etc, etc…me dijiste. “Bueno dale -te dije- hacé la tuya,
yo soy tu amiga , no de Tito pero cuidate, no te expongás…”.
Esta vez,
Tito ni sospechó, por suerte, pero en poco tiempo la historia con el profe no
era lo que vos esperabas y para rematarla y
complicar las cosas volvió al ataque el Rafa con lo cual tu cabeza
estalló.
El profe
te entendió, se corrió de la historia y vos te empezaste a ver nuevamente con
el Rafa. Fue un kilombo porque enseguida se te empezó a notar que en algo
andabas, Tito agudizó sus persecuciones, claro todas sus sospechas eran
fundamentadas, vos te rajabas, nadie sabía dónde estabas, volvías y se notaba
que tu mente estaba en otro lugar, en una nube multicolores, de tus ojos
brotaban mariposas aleteando entre campanitas, arpas y trompetitas, una pequeña
orquesta de cupidos. ¡Hay nena, la que se te armó!
Los dos
empezaron a presionarte, Rafa quería que largues todo y te vayas a vivir con él
y tus hijos, estaba dispuesto a todo y realmente tenía con qué sostener lo que
te ofrecía y los dos estaban muy enamorados. Tito no estaba dispuesto a
perderte ni a dejarte ir aún a costa de saber que no lo amabas como él deseaba
y se merecía, estaba dispuesto a bancarte este berrinche tuyo hasta que se te
pase, se atenúen tus emociones y te acomodes nuevamente a la vida con él. Tanto
era así que un día me dijiste: “Siento que nunca voy a poder separarme de Tito
y que Dios me perdone pero es como que solo voy a librarme de él si quedo
viuda”. Él accedió a irse un tiempo a la casa de sus padres para que todo se
calme y darte un poco de oxígeno, una buena estrategia de su parte. Con un poco
de distancia podía manejar, mejor, inclusive, tus apegos con él. Tu gran
intríngulis era la casa, no querías rodar más por la vida, ahora con dos hijos,
quién sabe por cuántos domicilios más, hogares más, viviendas más.
A la
presión de ellos se sumó la tuya propia. Estabas en un duelo feroz, entre, un
gran amor correspondido con promesa de una vida feliz que incluía todo lo que
vos deseabas vivir para vos, junto a tus hijos, o la seguridad ya instituida de
un matrimonio legal, casa propia, obra social, ingresos garantizados y en el
peor de los casos, incluso, quedabas asegurada con una pensión, más el amor
incondicional de Tito, padre de uno de tus hijos.
Fue
demasiado, no pudiste soportar el tironeo y un buen día decidiste no de los
dos. Te tomaste varias cajas de pastillas para dormir. Esa mañana, tu hermana,
que pasaba unos días con vos, no te pudo despertar, claro estabas desmayada, me
vino a buscar, nos pareció mejor llamar a Rafa y pedirle ayuda, ya que con Tito
teníamos cero onda. Te llevamos al hospital, nos indicaron que te dejáramos
dormir todo lo que necesitaras y que en la semana te viera un psiquiatra. Esa
tarde, te despertaste, te pregunté por qué habías decidido esto, me dijiste que
no era tu intención matarte pero que necesitabas dormir profundamente y dejar
de pensar. Los chicos le avisaron a Tito lo que pasaba y vino inmediatamente a
la casa. Vos manifestaste sentirte segura si él estaba cerca, así que yo dejé
todo en sus manos y me retiré. En la semana, supe por tu hermana que te habían
internado en una clínica psiquiátrica.
A los
pocos días, me sorprendió Tito que me llamó para hablar conmigo, por supuesto,
lo atendí. Me planteó que a la única persona a la que querías ver era a mí, así
que al día siguiente fui a la clínica.
Fue
durísimo verte así, dopada, ida, despojada y vulnerable a todo. En medio de tu
mambo, entre balbuceos, me pediste que me ocupara de tus hijos, que no los
dejara, que viera por ellos, que te los cuide mientras vos te reponías. Te juré
por mi vida que los iba a cuidar como si fueran míos, nos abrazamos y lloramos
juntas. ¡ La puta madre…esto sí que dolió… carajo!!
Afortunadamente,
te fuiste reponiendo, Tito volvió a la casa para encargarse de todo y como era
tu voluntad que yo me ocupara de los chicos, él aceptó mi ayuda que además en
ese momento la necesitaba. Fuimos amables y diplomáticos uno con el otro, lo
importante era sacarte adelante y que te pongas bien. Al mes volviste a tu
casa, repuesta, a comenzar una nueva vida con Tito.
La vida
no te eximió de elegir, la seguridad que tanto necesitaste forjar, se imponía
en tu vida a cambio de no pocos sacrificios. En el camino fuimos quedando, el
Rafa, el curso, el profe, las amigas, entre las cuales me incluyo, el amor, los
sueños…
Con los
años supe que Tito se enfermó, que lo cuidaste hasta que falleció, que perdiste
la casa en una maniobra de venta, de la misma, donde te estafaron, que tu nuera
no te deja ver a tus nietos, que tu hijo menor se fue a vivir solo con la novia
y que decidiste volver a tu pueblo natal, Carmelo, en Uruguay, donde te espera
un antiguo amor, Eloy, aquel muchacho africano del que me hablaste alguna vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario