lunes, 27 de mayo de 2013

MARTA CARDOZO


EL HECHIZO DE TZACOPONTZIZA  

Después de muchos años conocí el verdadero secreto que la tía Blanche escondió hasta la tumba. Al rememorarla sentí una pena lacia como su mirada. Sola: ni amigas, novios o marido. Transitó por la vida sin pena ni gloria.
¿Por qué habría elegido ese camino siendo bella, seductora, elegante? ¿Por qué si su embriagador perfume a vainilla impregnaba la casa y cautivaba a todos los que la rodeaban?
La abuela contaba que cuando Blanche nació tenía el rostro delicado y blanco. Entonces su padre la llamó Lucero del Alba. Ese era su verdadero nombre. Pero el tío José, que había vivido gran parte de su vida en Francia, consideró demasiado rimbombante Lucero del Alba, por lo que decidió rebautizarla con el muy dulce Blanche.
Toda la familia lo aceptó. Yo no entendía bien, entonces, eso de tener dos nombres. Tampoco se debía preguntar demasiado; en casa de la abuela no se podían obtener detalles privados de ningún miembro de la familia. Pero a mí la inquietud me quitaba el sueño: ¿Por qué no se habría casado Blanche?
Ahora, después de mucho tiempo, descubro el enigma de su tristeza. Secreto que la marcó a partir de un viaje que realizara con sus padres a la tierra de los Mayas, cuando apenas tenía trece años.
Esto lo cuenta a modo de confidencia mi prima Delia, quién regresó de México después de haber esparcido las cenizas de Blanche en la gran Ciudad del Trueno Tajín.
Delia relata que en aquél viaje, al escalar una montaña, Blanche conoció a Lucio, un esbelto muchacho de pelo negro y ojos expresivos. Los jóvenes se enamoraron en el mismo instante en que se vieron. Aquellos ojos expresivos la hechizaron para siempre.
Sucedió que estando la pareja entregada a juramentarse eterno amor, una imprevista ola de fuego comenzó a rodar desde la cumbre. Ellos echaron a correr con tan mala fortuna que Lucio resbaló, cayó y lo tragó el espeso follaje de selva.
-El hechizo de Tzacopontziza -asegura Delia exhalando un profundo suspiro.
-¿Tza... cop... Tzacopontziza? -pregunto titubeante ansiando que ella concluya el relato.
-Verás, esa zona de México es un lugar selvático de pródiga fertilidad. Tzacopontziza era una joven hermosa que por su inmensa belleza fue consagrada a la Diosa de la siembra y los alimentos. Mas, prendada del hermoso joven que con su música acompasaba a los peregrinos, rompió lo votos de castidad hechos a la Diosa y huyó con él hacia el elevado pico de la montaña. Allí debieron enfrentarse a un maléfico monstruo; las bocanadas de fuego que lanzaba la bestia los hizo retroceder. Acobardados por la amenaza regresaron al templo sin imaginarse que, a modo de escarmiento, los sacerdotes del culto de la Diosa de la siembra y los alimentos los sacrificarían brutalmente clavándoles un filo de obsidiana en el pecho y los arrojarían luego por un precipicio hacia el fondo de un barranco.
Mi prima bebe un sorbo de agua para poder seguir con la historia.
-Tiempo después en aquel lugar brotó una hermosa orquídea rica y perfumada.
Y mirándome con complicidad dice:
-Tzacopontziza significa Lucero del Alba.
Delia hace un silencio.
Intercambiamos miradas en la inteligencia de que era el mismo nombre de la tía Blanche. Después de tomarse un respiro, continúa:
-A la perfumada flor que surgió del sacrificio la llamaron Caxixanath. ¿Sabes qué aroma tiene? -pregunta Delia.
-Ni idea -respondo.
-A vainilla.
... La fragancia que tía Blanche






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