EL HECHIZO DE
TZACOPONTZIZA
Después de
muchos años conocí el verdadero secreto que la tía Blanche escondió hasta la
tumba. Al rememorarla sentí una pena lacia como su mirada. Sola: ni amigas,
novios o marido. Transitó por la vida sin pena ni gloria.
¿Por qué
habría elegido ese camino siendo bella, seductora, elegante? ¿Por qué si su
embriagador perfume a vainilla impregnaba la casa y cautivaba a todos los que
la rodeaban?
La abuela
contaba que cuando Blanche nació tenía el rostro delicado y blanco. Entonces su
padre la llamó Lucero del Alba. Ese era su verdadero nombre. Pero el tío José,
que había vivido gran parte de su vida en Francia, consideró demasiado
rimbombante Lucero del Alba, por lo que decidió rebautizarla con el muy dulce
Blanche.
Toda la
familia lo aceptó. Yo no entendía bien, entonces, eso de tener dos nombres.
Tampoco se debía preguntar demasiado; en casa de la abuela no se podían obtener
detalles privados de ningún miembro de la familia. Pero a mí la inquietud me
quitaba el sueño: ¿Por qué no se habría casado Blanche?
Ahora,
después de mucho tiempo, descubro el enigma de su tristeza. Secreto que la
marcó a partir de un viaje que realizara con sus padres a la tierra de los
Mayas, cuando apenas tenía trece años.
Esto lo
cuenta a modo de confidencia mi prima Delia, quién regresó de México después de
haber esparcido las cenizas de Blanche en la gran Ciudad del Trueno Tajín.
Delia relata
que en aquél viaje, al escalar una montaña, Blanche conoció a Lucio, un esbelto
muchacho de pelo negro y ojos expresivos. Los jóvenes se enamoraron en el mismo
instante en que se vieron. Aquellos ojos expresivos la hechizaron para siempre.
Sucedió que
estando la pareja entregada a juramentarse eterno amor, una imprevista ola de
fuego comenzó a rodar desde la cumbre. Ellos echaron a correr con tan mala
fortuna que Lucio resbaló, cayó y lo tragó el espeso follaje de selva.
-El hechizo
de Tzacopontziza -asegura Delia exhalando un profundo suspiro.
-¿Tza...
cop... Tzacopontziza? -pregunto titubeante ansiando que ella concluya el
relato.
-Verás, esa
zona de México es un lugar selvático de pródiga fertilidad. Tzacopontziza era
una joven hermosa que por su inmensa belleza fue consagrada a la Diosa de la
siembra y los alimentos. Mas, prendada del hermoso joven que con su música
acompasaba a los peregrinos, rompió lo votos de castidad hechos a la Diosa y
huyó con él hacia el elevado pico de la montaña. Allí debieron enfrentarse a un
maléfico monstruo; las bocanadas de fuego que lanzaba la bestia los hizo
retroceder. Acobardados por la amenaza regresaron al templo sin imaginarse que,
a modo de escarmiento, los sacerdotes del culto de la Diosa de la siembra y los
alimentos los sacrificarían brutalmente clavándoles un filo de obsidiana en el
pecho y los arrojarían luego por un precipicio hacia el fondo de un barranco.
Mi prima
bebe un sorbo de agua para poder seguir con la historia.
-Tiempo
después en aquel lugar brotó una hermosa orquídea rica y perfumada.
Y mirándome
con complicidad dice:
-Tzacopontziza
significa Lucero del Alba.
Delia hace
un silencio.
Intercambiamos
miradas en la inteligencia de que era el mismo nombre de la tía Blanche.
Después de tomarse un respiro, continúa:
-A la
perfumada flor que surgió del sacrificio la llamaron Caxixanath. ¿Sabes qué
aroma tiene? -pregunta Delia.
-Ni idea -respondo.
-A vainilla.
... La
fragancia que tía Blanche
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