NOS QUEDAMOS SOLOS…
El
“ruso” Picarevich, (luego supe que en realidad era yugoeslavo) producía
claveles a granel. Hileras de pinos protegían de la inclemencia los
invernaderos.
En
la época de las fiestas de fin de año, los chicos del barrio acudíamos a
él para conseguir cada uno su rama que
se convertiría en árbol de Navidad. Una vez sostenida vertical en un tarro con
arena, venía lo mejor: adornarlo.
Nos
entreteníamos durante horas envolviendo una por una las bolitas con que mi
hermano jugaba a la chanta todo el año con trozos de papel de barrilete, cada
una de un color distinto. Atábamos un pedacito de piolín por un lado al papel y
por el otro a la rama, que quietita y dócil , nos dejaba hacer…
Como
toque final sujetábamos algunas velitas, sobrantes de tortas de cumpleaños por
el sólo hecho de que era lo único que no se comía. Una en la punta del
improvisado arbolito. Las encenderíamos a las doce de la noche.
Éramos
felices en aquella mesa larga, llena de tíos y primos, y la abuela. Una
multitud, un bochinche!!! Los grandes estaban tan atareados y alegres que se
olvidaban de los chicos. Entonces hacíamos y deshacíamos a nuestro antojo.
Este
diciembre recordaba todo aquello al acomodar las guirnaldas de luces
intermitentes en la enredadera, el limonero y el arbolito, que ya no es del
“ruso”.
El
jardín se vistió de gala. Centenares de ojitos multicolores parpadean
incansables durante toda la noche, como aquéllas luciérnagas….. Qué habrá sido
de ellas…. Qué habrá sido de la mesa larga…. Los parientes están lejos. Nos
mandamos mensajitos, porque ahora, con el progreso, tenemos de todo, pero nos
quedamos solos…
1 comentario:
La imagen habla mas que mil palabras. Es fantástico. te felicito de todo corazón
Adela Disteffano
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