sábado, 4 de junio de 2011

UNA LEYENDA...


LEYENDA DE LAS AGUAS TERMALES DE COPAHUE
Publicado en la revista El Mangrullito Patagónico, dirigida por Paulina C. Uviña

Las leyendas pretenden explicar el origen de las cosas a través de la ficción.
Y los mapuches, que vivían cerca de la cordillera de los Andes, también lo hicieron para narrar el porqué de las aguas termales de Copahue.
Ellos cuentan que Copahue era el nombre de un cacique muy guerrero y valiente, temido por todas las tribus cercanas.
Sin embargo, pese a esa fama, dicen que su batalla más terrible la libró solo y fue por amor y no por ambición y así lo cuentan:
"Una tarde, Copahue y sus hombres regresaban de Chile cuando el viento constante, que los había acompañado desde el inicio del cruce de la cordillera, empezó a soplar cada vez más y más fuerte, hasta convertirse en un verdadero huracán levantando polvo y haciendo volar hasta las piedras. Grandes rocas comenzaron a rodar ladera abajo amenazando a la expedición que continuaba avanzando penosamente.
Finalmente, un derrumbe disperso a los hombres de Copahue y este quedó solo y herido por los proyectiles que el viento había lanzado contra su cuerpo. En esas lamentables condiciones intentaba orientarse en la semioscuridad del crepúsculo y encontrar un refugio para pasar la noche. Entonces divisó un resplandor hacia donde se dirigió para descubrir la curvatura de un toldo iluminado por el fuego.
Debajo de ese toldo encontró a una bellísima joven que le dijo:
-Hola, Copahue, podés entrar. Mi nombre es Pirepillan.
La hermosa muchacha curó las heridas de Copahue y cuando ya se retiraba le predijo:
-Estoy segura de que llegarás a ser el más poderoso de los mapuches, pero eso te costará la vida.
Copahue, mientras regresaba a su pueblo, no hacía más que pensar en Pirepillan sin darse cuenta de que se había enamorado perdidamente nada menos que de la hija de la montaña, el hada de la nieve.
Y tal como se lo profetizara Pirepillan, Copahue llegó a ser el más grande, rico y poderoso cacique mapuche, admirado y temido por todos.
No obstante, el recuerdo de la bella joven lo acompañaba siempre y ninguna otra mujer podía complacerlo. Entonces, salía a caminar solo, con la esperanza de encontrar nuevamente aquel resplandor en la montaña que le había hecho conocer a Pirepillan.
Un día, un mapuche que venía del Norte, contó la el hada de las nieves estaba presa en la cumbre del volcán Domuyo, donde un cóndor de dos cabezas y un tigre feroz cuidaban de que nadie se acercase.
Copahue decidió ir a rescatarla y, bordeando la Cordillera del Viento y siempre siguiendo hacia el noroeste, se preparó para escalar la gran montaña.
Los machis de la tribu trataron de desalentarlo y le explicaron que se trataba de un hechizo y que, por lo tanto, no debía ir y agregaron que para vencer ese hechizo necesitaba un talismán especial, más valioso que el oro y más fuerte que el poder.
Pero el amor que Copahue sentía por la hija de la montaña fue más fuerte que las palabras de los machis, y partió.
Escalar el Domuyo era una aventura difícil porque la ladera rocosa, casi sin puntos de apoyo y llena de filos y puntas traicioneras, lo ponían en peligro de caer al abismo a cada paso.
Pero Copahue estaba tan decidido a salvar a su amor, que continuó subiendo y le rogó a Nguenchen que lo ayudase y le diera la oportunidad de luchar contra el temible cóndor de dos cabezas y el feroz tigre, a cambio de toda su riqueza y poder.
Y Nguenchen escuchó su ruego porque, inmediatamente, Copahue divisó el resplandor que brotaba de una grieta de la montaña, pero antes de poder llegar, un enorme puma colorado se abalanzó sobre él. Copahue rechazó el ataque con su lanza y el tigre cayó al abismo.
Al entrar en la caverna, Pirepillan dijo:
-Por fin llegaste.
Copahue iba a abrazarla cuanto el cóndor de dos cabezas arremetió ferozmente dando picotazos con sus dos poderosos picos. A Copahue solo le quedaba su pequeño cuchilo y con él se defendió y pudo cortarle las dos cabezas.
Pirepillan guió a su salvador por una pendiente que ella conocía, accesible y empedrada de oro.
Copahue, sin creer lo que estaba viendo, gritó:
-¡Era verdad!, este es el famoso tesoro de Domuyo...
Pero Pirepillan no le dejó tomar una sola pepita y le dijo:
Copahue, el tesoro siempre fue da la montaña y vos no subiste hasta acá por el oro. Ya estamos juntos y no necesitamos más.
Y así regresaron hasta el pueblo de Copahue, donde vivieron felices durante muchos años. Sin embargo, la gente del pueblo nunca quiso a Pirepillan porque pensaban que por culpa de ese amor, su jefe había dejado de ser el gran guerrero que ellos querían y admiraban y, cuando los mapuches de Chillimapu los derrotaron y mataron a Copahue ellos decidieron vengarse matando a Pirepillan.
Ella, condenada a morir, invocó con todas sus fuerzas a su amado que una vez la había salvado:
-¡Copahue, Copahueee...!!!
Su grito enfureció aún más a los mapuches que se apuraron a derribarla y con sus lanzas hicieron brotar su sangre transparente de hada de la nieve.
Es por eso que allí, en ese mismo lugar, al pie de la montaña, aún hoy sigue corriendo su cuerpo deshecho convertido en agua sanadora.

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