sábado, 4 de junio de 2011

MÓNICA TARRAB


INCONCLUSO

Te pedí desde el comienzo, que no me dejaras encerrada justo vos, que me enseñaste a odiar los bordes del tiempo. Como te dio igual, el resultado está a la vista de nadie. No me conocerán por tu culpa. Tu cuento duró lo que la vida de un insecto.
Intelectual de estopa, me hiciste bailar en todas las pistas terrenales, me completaste con las piezas que habías escamoteado al mundo, por desearme imperfecta.
En el único lugar donde estuve, lloraba de risa y balbuceaba palabras de ensueño, que no fueron mías. Jamás te creí, cuando tratabas de convencerme de que era real.
El límite fue menos de una página, lo que tardó tu insomnio y mi desconcierto. Yo quería amanecer un día más ahí, cuando me imaginaste huyendo. No respondí la vez que me entregaste el corazón. Supe desobedecerte para ser libre, y me negué a crecer.
No alcancé a ser tu sueño, sino protagonista de un invento creativo; de aquel relato breve que un accidente archivó. Ya tiene un contorno ajado, amarillo y seco.
En cualquier tiempo que vuelvas tendré la misma edad que guardó tu memoria, en esa hoja de papel.
La inspiración será entonces, y traerá otro cuento, con una mujer parecida a mí.

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