sábado, 4 de junio de 2011

LILIANA B. LA GRECA


CASI LLUVIA

La sensación extraña de esa gota que fluía pausada y libremente por el camino sin rieles de mi espalda, me anunciaron otra vez la llegada del verano.
Será por eso que el mal humor se empecinaba en aflorar caprichosamente en cada una de mis acciones del día.
Soportar la interminable cola fuera del banco, los eternos e infaltables cortes de luz, los ocho pisos por escalera después de todo un día de trabajo y el calor de la hornalla, incisivo e imperturbable flameando ante a mis ojos como burlándose frente al castigo de cocinar ese día.
Quietud. Ni una sola gota de aire. Gotas y gotas. Gotas de agua para cuidar, porque el motor hace casi un día que no puede subir agua al tanque del edificio… Gotas, las que veo caer desde mi balcón, provenientes del aire acondicionado del vecino del edificio iluminado de al lado... El ruido de aquella gota que cada noche perfora mis silencios desde la canilla del baño…
Golpean la puerta y al abrir… la gota que rebalsó el vaso…

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