Copos de ceniza
Estela Marina Garber
La civilización crecía y crecía. Urbanizaciones
altísimas que competían con los picos mas altos. Rascacielos de New York, de
Qatar, de Singapur con selvas tropicales artificialmente montadas en las
terrazas.
Imágenes que quedan grabadas en las retinas de
turistas nuevos ricos que masivamente y en forma compulsiva intentan capturar
en sus selfies. Imágenes ficticias impregnadas por unos instantes. Sólo queda
el fantasma de un holograma de esta realidad virtual.
Espejos tridimensionales de un como sí. De lo que
fue o será pero de lo que no es mas que una ilusión o imaginación.
Un resto diurno de algo vivido o soñado.
En un tris se evaporó la realidad artificial de la
Naturaleza urbana del mundo globalizado de los grandes capitales. Quedando
solamente la memoria de algo que se cree haber vivido.
Los días y noches pasan. Las centurias y milenios se
suceden y todo perece.
Animales y vegetación prehistórica. Hombre
Neanderthal, Cromagnon, Homo Sapiens. Solo humus acredita su existencia. Restos
de vidas pasadas.
Guerras mundiales, bombardeos, campos de exterminio.
Todo destruido por igual. Materia orgánica e inorgánica. Fierros retorcidos,
vidrios rotos, libros calcinados, polvo por doquier. Cenizas de carbón que
vuelan en el aire como copos de nieve en primavera.
Todo se pulveriza. Todo se reduce a restos.
Diminutas partículas que vuelan y suben hasta encontrarse con las nubes.
Partículas de estrellas que fueron el Origen de Todo. Partículas estrelladas
que serán el Final de Todo.
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