Silenciosos regalos
Susana Kleiban
No parecía sencillo encontrar los culpables de tan
horrendo crimen. En el noticiero de medianoche habían puesto en letras de molde
en rojo la frase: "ÚLTIMO MOMENTO" y dos movileros emponchados y
temblorosos trataban de relatar lo sucedido. El cronista tartamudeaba y no se
sabía si era por el frío o por la conmoción de lo que sus ojos habían visto.
Una nena estaba sentada en la puerta del conventillo
con el brazo derecho abrazando a una muñeca de trapo y y en la mano
izquierda apretaba un pañuelito del que
brotaba mucha sangre. Ensimismada no parecía registrar ni los gritos de los
periodistas ni la sirena de la ambulancia, ni los de la policía tratando de
separar a los curiosos Ella y su muñeca,
ella y el pañuelito apretado, nadie había reparado en su presencia sólo yo, que
tenía un solo temor. aunque me mostrase segura y era que justamente ella me
hubiese visto
Tuve que entrar atravesando una a una las piezas del
conventillo, ni a la prensa ni a los uniformados les sorprendió mi presencia: ya que soy
médica forense muy requerida cuando se trata de crímenes sospechados por sus
características de ser de difícil esclarecimiento
Por eso sé que me harán comentarios, se alegrarán de
creer que alguien me convocó y los investigadores me contarán sus pistas
preliminares
Todos ellos ignoran que haré lo posible para que no
sospechen de mí. Por eso deberé encontrar la manera de silenciar a la nena. Tal
vez me acerque a ella y la sorprenda con dos regalos. Un pañuelito floreado y
una nueva muñeca.
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