Elogio de la
pausa
Dos
almas se encontraron, detuvieron el tiempo, que se hizo pausa. Sentadas en la
cocina, las amigas, paladearon frutas secas y desecadas. Mano a mano con el
mate, las palabras humedecían las historias de palabras guardadas. Los
capítulos, se actualizaban con los cambios de yerba. Y hasta con otro
recipiente. Quizás para reiniciar alguna
frase, que otra más atrevida, había dejado a medio decir. A veces pasa con las
palabras. Van en una dirección, y de pronto algo las hacer girar, o detenerse.
Pero era el tiempo de la pausa. Y ella se hacía notar. Por eso los cabos
sueltos se sujetaban con gracia. Las palabras se iban amigando después de tanto
tiempo, en que el apuro las había empujado sin remedio al desván de la memoria
. Hasta parecían superar los descuidos que el andar sin calma provoca. Una de
las mujeres espió el tiempo en las agujas del reloj. La pausa terminaba. El
tiempo se hacía escuchar. ¿Ellas lo habrán tomado en serio?¿ O permanecerán aún
detenidas en la pausa?
Los gatos de la doctora
¿Saben
una cosa? Conozco una doctora que vive en una casa preciosa. Tiene patio y
tiene gatos, y como son muy educados comen en platos pequeños y blancos. A las cinco
en punto, meriendan un pedacito de manteca y no dejan ¡ni la huella! Cuando
tienen sed toman agua, de la canilla del baño, o de la cocina! Hay que verlos
que destreza tienen, para pararse en punta de pie, sin caerse de frente! Muy
elegantes esperan la autorización de su dueña, que muy atenta está, a lo que
puedan necesitar. Cuando están satisfechos no molestan y escuchan las
conversaciones aunque sea hora de siesta. Si los querés conocer no dudes en
llamar, y Beatriz te abrirá la puerta de par en par…
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