lunes, 20 de agosto de 2018

Liliana González



                                  Elogio de la pausa

Dos almas se encontraron, detuvieron el tiempo, que se hizo pausa. Sentadas en la cocina, las amigas, paladearon frutas secas y desecadas. Mano a mano con el mate, las palabras humedecían las historias de palabras guardadas. Los capítulos, se actualizaban con los cambios de yerba. Y hasta con otro recipiente.  Quizás para reiniciar alguna frase, que otra más atrevida, había dejado a medio decir. A veces pasa con las palabras. Van en una dirección, y de pronto algo las hacer girar, o detenerse. Pero era el tiempo de la pausa. Y ella se hacía notar. Por eso los cabos sueltos se sujetaban con gracia. Las palabras se iban amigando después de tanto tiempo, en que el apuro las había empujado sin remedio al desván de la memoria . Hasta parecían superar los descuidos que el andar sin calma provoca. Una de las mujeres espió el tiempo en las agujas del reloj. La pausa terminaba. El tiempo se hacía escuchar. ¿Ellas lo habrán tomado en serio?¿ O permanecerán aún detenidas en la pausa?
                                               
Los gatos de la doctora

¿Saben una cosa? Conozco una doctora que vive en una casa preciosa. Tiene patio y tiene gatos, y como son muy educados comen en platos pequeños y blancos. A las cinco en punto, meriendan un pedacito de manteca y no dejan ¡ni la huella! Cuando tienen sed toman agua, de la canilla del baño, o de la cocina! Hay que verlos que destreza tienen, para pararse en punta de pie, sin caerse de frente! Muy elegantes esperan la autorización de su dueña, que muy atenta está, a lo que puedan necesitar. Cuando están satisfechos no molestan y escuchan las conversaciones aunque sea hora de siesta. Si los querés conocer no dudes en llamar, y Beatriz te abrirá la puerta de par en par… 

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