lunes, 20 de agosto de 2018

Claudio Steffani


Buenos Aires desde el cielo, 
Retiro
Claudio Steffani
El avión entró al amanecer por la modernidad de Puerto Madero desde el puente de la mujer, pasando por el Europeo monumental Retiro, con la torre de los Ingleses  iluminada.

“Que bello se ve Retiro desde el cielo, me dice una señora que mira por la ventanilla.”

Llama la atención el contraste con la realidad, Puerto Madero es un lugar para turistas con precios dolarizados, a pocos metros de distancia en el entorno brillante de Retiro, se esconde la villa 31, personas en situación de calle durmiendo en la periferia, niños descalzos pidiendo comida, un lavadero de autos a la intemperie atendido por dos personas descalzas con 14° grados de temperatura, un universo donde la opulencia y la pobreza conviven entre  las vías del ferrocarril Belgrano, con la estación Retiro como frontera de estas dos verdades.

Los chicos vendedores de paltas, extraídas de los ignorados árboles  del  conurbano Bonaerense para ser ofrecidas en los accesos al andén. El hall de la estación reformada y puesta en valor reluciente escondiendo que detrás de toda esa iluminación sin brillo a modo led, existían miles de personas que viajaban a todo el norte del país, yendo y viniendo renovando afectos y sueños de comunidades que vieron morir sus pueblos y sus economías regionales por la ausencia de las venas férreas de acero que surcaban nuestra comunicada y ahora fragmentada Nación.

La ferretera Ely, que siempre almorzaba con el dueño en el bar Vickin (una jaula de vidrio emblemática) y que nos cruzábamos en varias miradas cómplices en el almuerzo o cuando concurría a su negocio a comprar cueritos de las canillas o alguna herramienta con el propósito de generar alguna conversación. Un día como tantos otros fui al bar con mis compañeros de oficina y estaban ellos almorzando como todos los días, a el le suena el celular y se levanta apurado de la mesa y se va, dejando parte de la comida caliente en el plato y ella se queda comiendo sola, terminamos de comer prácticamente juntos, ella se levanta, me saluda y se va yo me paro con la excusa de que tenía que ir para Libertador me voy caminando con ella hasta la esquina, nos quedamos hablando un rato y le pido el teléfono. Que ansiadas esas tardes de invierno con quien se había convertido en mi rubia debilidad, saliendo del trabajo y encontrármela entre la niebla de los árboles de plaza San Martín y caminando juntos hasta una habitación del hotel de la calle Rojas que tantas tardes cobijó nuestra pasión. 

El andén del Belgrano Norte, donde alguna vez viajaron Evita y Perón destino   Rosario Central Córdoba. Un joven recién recibido de médico con su valija de cuero tomando un tren que lo llevaría a recorrer Latinoamérica reportando un continente de muchas injusticias, sin saber que en Cuba lo estaba esperando una chaqueta de comandante de la Revolución. El gran Maestro y creador de la Psicología Social Enrique Pichón Riviere, viajando con Ana Quiroga a Tucumán en el Estrella del Norte para dar clases en su escuela. Pichón amaba viajar por este medio y tomaba al tren como parte de su laboratorio social. A fines de los años 60 comenzaron a cerrar los ingenios azucareros y muchos Tucumanos viajaban a Buenos Aires dejando su familia para probar suerte en la ciudad de las grandes oportunidades y en medio del trayecto cuando llegaba la  noche  entraban en crisis por la incertidumbre que generaba la llegada a Retiro sin saber lo que el destino les deparaba, pero el gran maestro los auxiliaba haciendo terapia de grupo arriba del tren.  El nefasto 10 de marzo de 1993, cuando sale el decreto por boletín oficial donde los ramales que no eran absorbidos por la administración de sus respectivas Provincias, serian cerrados. (ramal que para, ramal que cierra). Recuerdo esa mañana cuando nos sacan las computadoras de ingreso de trenes al sistema de venta, bajamos a caminar por retiro con la incertidumbre pisándonos los talones, fuimos a tomar un café al bar que quedaba en Ramos Mejía y Padre Mujica, y desde la ventana se escuchaban las bocinas de los micros de larga distancia que entraban y salían de la terminal, festejando la muerte del tren.



No hay comentarios: