miércoles, 21 de junio de 2017

Ivan Wielikosielek


El hijo durazno y su 
crucifijo espantamaricones
 Ivan Wielikosielek

La última vez que fui a visitar a mi padre (ésto fue en la casa de mi abuela del pueblo) mientras comíamos el postre, yo le pregunté si los duraznos no tendrían padres y abuelas también.
-Por qué no te dejás de preguntar pelotudeces...-me dijo él.
 Mi abuela no abría la boca. Simplemente servía adamascadas mitades de duraznos al natural conservados en almíbar en unas compoteritas de cristal. Las mitades de duraznos se parecían a ojos arrancados de vacas anaranjadas. Me acuerdo que ésto fue lo que pensé pero no lo dije.  Por ese entonces yo me imaginaba cosas sin pies ni cabeza todo el tiempo, quizás como reacción natural a los momentos de mortal aburrimiento que me tocaba vivir en la escuela o familia. Era el primer día de lo que sería mi estadía estival y entonces apenas tenía nueve años, ya extrañaba mi cuarto con libros de cuentos en la casa de mi tía, el vértigo de la ciudad, mi barrio de las afueras y las siestas en las que nos juntábamos en la placita con Luis y su hermana lila, que años después terminaría siendo mi primera novia.
-Pero si en este mundo todo tiene padre y madre, también los duraznos tendrían que tenerlos ¿ no?. Al menos así nos explicaron en la clase de biología cuando nos enseñaron la polinización de las flores... Y si algo tiene padre y madre...
-Acabala- me cortó mi padre abruptamente.
Si algo tiene padre y madre -retomé-, con cierto temor al reto, a la vez que con un tono que desafiaba el cachetazo- entonces todas las cosas deberían tener también hijos y abuelos; nietos y bisnietos... 
Mi abuela me miraba sin decir nada, como si yo fuera un extraño que divagaba y al cual había que seguir para el lado que disparaba; esa estrategia tan burguesa de ignorar; como si ante sus ojos viera un lunático y no lo que en realidad era yo por esos tiempos, un insoportable pibe de la ciudad que sencillamente estaba en otra frecuencia.
...Y si un durazno es hijo de un duraznero, y ese duraznero es a la vez hijo de otro duraznero, entonces quiere decir que los duraznos que estamos comiendo...
-Terminala y no me hagás repetir las cosas, maricón de mierda -me dice mi padre "calificándome" por primera vez en la vida, mientras tritura con un ruido de mordiscos de manzanas del Edén un pedazo de pulpa endurecida.
...Son los nietos decapitados del duraznero viejo...
Silencio tenso. 
-A ver, chico, dame que te sirvo- dice mi abuela para romper el hielo.
Mi abuela, que viene del norte, conserva la costumbre de la servidumbre y el silencio. Aquí sólo aprendió la inclinación a la superstición de la gente del campo.  Si yo hubiese dicho que vi un durazno fosforeciendo como la luna y que los colonos lo tomaron como una aparición; ella se hubiese persignado y diría, poniéndose muy seria, " son mensajes secretos, presagios", como le dijo a Doña Delia cuando ésta le contó aquella historia. Resulta que un "croto  con un perro herido que se parecía a un lobo", le había golpeado la puerta. El hombre le pedía agua y vendas para curar al animal. Pero cuando la mujer salió con los auxilios, el hombre ya no estaba. En su lugar había un perro muerto, que no era el mismo que había traído el croto sino otro más chiquitito; el perro de Doña Herminda, la vieja del almacén del barrio. "Son mensajes secretos, presagios" había dicho mi abuela. Doña Delia no tenía dudas: quien le había golpeado la puerta era el diablo. Pero si en vez de hablar de ocultismo yo hacía una sencilla pregunta sobre el árbol genealógico de una fruta, ya se me trataba de imbécil, de "maricón de mierda", y la única respuesta a mi inquietud era el silencio. Porque para mi abuela y mi padre, hablar era solamente afirmar; pero jamás construir castillos de pensamiento. Ni qué decir de una simple chocita con la imaginación.
-Entonces- le digo a mi padre mientras tritura la cuarta mitad y el jugo color miel se le cuela por el mentón recién afeitado, casi feminoide... entonces yo voy a ser el primer hijo de un durazno... Así que te hago una pregunta " papá durazno" ¿ por qué mordés a los nietos tuyos que fueron asesinados, descuartizados, enlatados y ... 
El cachetazo de "papá durazno" cruza la cara del hijo dejándola como una fruta machucada y vieja.
-Este boludo me va a salir puto, yo siempre te dije, mamá, este boludo me va a salir puto...
Yo me reí. Es decir, "el hijo durazno" se rió.
Mi padre, que vivía bajo las polleras de su madre, mi padre, que no había sabido qué hacer cuando mi madre se envenenó aquella mañana y yo apenas tenía dos años; mi padre que no se había opuesto a que yo me fuera a la ciudad a vivir con su cuñada, él, justamente él, mi padre, acababa de arriesgar una hipótesis acerca de mi "futuro sexual". 
Estuve varios años sin ir a visitarlo desde entonces. Mi tía ya no me dejó volver al pueblo al ver las marcas que me dejó en la espalda con el cinto. Esto fue días  después cuando yo le pregunté al verlo despertar"¿Y?      ¿cómo amaneció el papá del puto?.
Pasó el tiempo y contra todos los pronósticos, yo no me convertí en maricón, sino en un escritor de literatura para niños.  Cuando empecé estas líneas pensé que estaría escribiendo un nuevo cuento infantil para mi libro "El hombre Choclo y su  Crucifijo Espantacuervos".  Pero no fue así. Lamentablemente cuando apareció la imagen de mi padre, yo sentí, como aquella vez de los duraznos, que se me terminaba la imaginación, que se me terminaba la niñez.
 La última vez que lo vi fue hace cuatro años desde la ventanilla del colectivo.  Caminaba como perdido por la estación de servicio del pueblo.  Estaba muy cambiado. Flaco hasta los huesos y con una ropa celeste y verde pegada a la piel.  Según me dijeron, hace un tiempo que ronda por los paradores y estaciones y que por cinco pesos se la... a los camioneros que se aprestan a pasar la noche al costado del camino.

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