miércoles, 21 de junio de 2017

Antón Santamaría Delgado

                                                           POEMAS
                  Antón Santamaría Delgado

CAMPESINO ABORIGEN...
a quien el alambre y la tranquera dejó en la vía
no más te queda el recurso del conchabo
lazo firme para vos, para tu gente,
atados a la noria de la estancia
que heredó de las armas el hacendado.
Sólo el sol es ficticia imagen de libertades
allá... en lo alto,
y camina por senderos sin acceso:
pero existe una ciudad en la que nunca es noche
ceñidita a la orilla del Río de la Plata
subrayada por el ensueño de la esperanza,
intuida en el tumulto de una doma,
de una yerra,
tras el horizonte que el ocaso enrojece
y vos la buscás en toda alborada de color naranja
en tanto tus labios rodean la bombilla
para el sorbo placentero de un amargo
que colma tu boca enmudecida en el cansancio
de veinticuatro horas uncido cada día
bajo el sol que incendia el ala de tu sombrero...
la lluvia que no alcanza a eludir el poncho...
el colchón que ansían tus párpados cerrados...
pero existe una ciudad en la que nunca es noche,
ceñidita a la orilla del Río de la Plata
y hacia ella vas en tu disconforme ensueño
sin pensar si allá campean otras estructuras
en las que podés no encajar
aunque tu empeño en ello empeñes...
y ya en el reducido espacio de un parque,
de una placita,
artificiales
con veinte árboles plantados a porfía
y siete bancos para apoyar tu aburrimiento
brotará de nuevo la pregunta incontestada
que tantísimas veces te habrías hecho
ahora entre añoranzas del canto del zorzal,
del vuelo entrecruzado del tero y la cigüeña,
la ráfaga de la vizcacha astuta,
y el trote torpe del peludo,
asustados de tu estrepitosa carcajada,
mientras incólume provoca a la intemperie
el nido que el hornero izó en la punta ’el poste
donde el cablerío toma el camino selectivo
al tambo, a la chacra o a la estancia
haciendo refilón a tu mísero rancho
como un insulto injusto del progreso
a quienes como vos suplican con las uñas
el abundoso fruto que Tatitadiós
esparce por doquiera
en tanto vos pensás, sin llegar a comprenderlo,
recordando todo aquello que tan atrás dejaste:
¿pa’ qué querrá tanta pampa y hasienda el amo,
si yo... con un puchito tendría sufisiente? 




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