jueves, 20 de octubre de 2016

Elena Rubins


                     LA VIDA EN UN INSTANTE  
Elena Rubins

Terminó de barrer el local donde trabajaba. Lo invadió una gran sensación de cansancio y de vacío. Hacía doce horas que estaba metido en ese bar donde se reunían esos chetos que gritaban, bebían cerveza y fumaban algún que otro porro. No tenían de qué vanagloriarse salvo de sus levantes ocasionales.  No obstante, no era eso lo que más le molestaba.
Su cansancio tenía otro origen.  Venía desde adentro, recorría sus vísceras hasta alojarse en su pecho.  Se sentó en el suelo del salón ahora vacío. Una tenue luz se filtraba por la ventana.  Se descalzó y  miró sus pies agarrotados.  Se los masajeó con sus manos entumecidas.
Ese día cumplía veinte años, sin pena ni gloria. Se sentía un viejo que ya lo había vivido todo, incluso el amor en todas sus formas. Sin embargo estaba decepcionado, sin futuro a la vista aunque creía que el mundo yacía en sus pies.  Pensaba que los pies lo llevarían hacia algún lado. Adónde, no lo sabía.
Se incorporó y buscó música en su celular. Lentamente  comenzó a balancearse con movimientos rítmicos y acompasados.  Primero, lentamente, luego con frenesí. Terminó encima de una mesa. ¿A qué se debía un cambio tan brusco?, se preguntó, sin encontrar la respuesta.
El desfallecimiento de apenas un instante atrás había desaparecido.


Cerró el local. El silencio de la noche lo atrapó y comenzó despacito a silbar una balada mientras caminaba, vaya saber hacia adónde.

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