Un adiós...
¿definitivo?
Cora Stabile
Nuevamente
la melancolía, esa que viaja conmigo a flor de piel, aparece cuando recorro con
la vista el bar vacío.
Las
sillas desordenadas aun mantienen el calor de los grupos de amigos que las
ocupaban antes, las mesas con las tazas vacías que habían llegado mas de una
vez llevando el café humeante y de buen olor.
Las
escobas y los baldes preparados Aperando el momento de comenzar a danzar por
todo el local descubriendo las baldosas hasta ahora tapadas por muchos
desperdicios, tierra y papeles
Las
caras cansadas y somnolientas de los muchachos que se encargan de limpiar
hablan de las ganas de terminar el día y retirarse a descansar.
Se
mezclan aun muy diferentes olores: el desinfectante que se ha mezclado en los
baldes con agua y detergente para desengrasar las pisoteados baldosas.
Las
puertas de los baños, ahora abiertas, dejan escapar un olor acido de los
diversos artículos que fueron usados para limpiar
Pero
aun quedaba una pareja sentada en la ultima mesita de ¡a izquierda y como se
demoraban en salir los muchachos ya habían comenzado con la limpieza.
El
habla mucho en voz muy baja y ella llora silenciosamente, no sueltan sus manos
enrojecidas por la fuerza con que las aprisionan.
Por
fin advierten la incomodidad reinante y deciden salir... lo hacen lentamente,
llegan a la puerta, se miran, se besan apasionadamente y, luego, cada uno parte
tomando distintos caminos.
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