Los domingos en casa
de la abuela
Clara Celia Martínez
Todos
los domingos íbamos a la casa de la abuela Clara, los cinco hijos, los nietos
que éramos ocho diablillos, nos divertíamos con la imaginación de aquella
época. Hacíamos carpas con las colchas, jugábamos al colchón y otros juegos.
Era un departamento grande pero no tanto como para corretear, brincar, también
hacíamos un teatro donde actuábamos.
La
abuela preparaba la comida, ravioles que ella misma hacía y amasaba.
El
relleno de verdura pasada por aquella picadora de hierro rojo, agregaba seso, y
una salsa que era roja hecha con tomates naturales, pimiento rojo, la cebolla
que daba el sabor, todo picado a mano, chiquito, parecía que usaba una
procesadora. Los tomates eran pasados por agua hirviendo, pelados y quitadas las semillas. Todo era
natural, nada de latas ni envases de cartón.
¿Y
cuando hacía las empanadas de carne? por supuesto amasadas a mano. El relleno
también lo picaba con aquella mágica máquina colorada: la carne , todo lo
pasaba por allí. también usaba, los ajíes rojos y cebollas. Las freía en grasa
de pella que ella misma preparaba comprando el pedazo de grasa de cerdo. No
recuerdo a nadie enfermo por estas preparaciones. Cuando aparecieron las
empanadas Salteñas su hijas comenzaron a usarlas para evitar el trabajo de
sobar la harina con los otros ingredientes y recuerdo a La abuela Clara
retarlas, a pesar que eran mujeres ya grandes,¡vagas!.
Yo
no sé el misterio de los condimentos, lo que sé es que nunca volví a comer¡
esos ravioles y esas empanadas!
Cuando
era chica y me enfermaba, enseguida me metían en cama, entonces le pedía a mi
mamá -Llamá a la abuela que venga y que
me haga empanadas---
El
sumun eran los pasteles de dulce de membrillo eso sí fue misterioso para mí.
Hacía
la masa, rellenaba con el dulce, los unía de una forma distinta a los comunes y
también los fritaba,
No
sé porque, pero jamás sentí el gusto de las cosas que preparaba mi abuela y ni
hablar de las confituras de Navidad, dulces italianos: gli crustuli, la
chichirichiata.gli taragli salados y con semillas de anís. Las costumbres de
Italia que heredó de su madre y la mía de ella, traté de seguirlas , pero no
son ni parecidas.
Ahora
ya grande sigo la tradición de hacerlos, pero nunca serán los de la abuela
Clara.
Y
ahora después de haber estudiado
italiano, comprendo el ”vengono” que yo creía que hablaban mal, no, es un tiempo de verbo que no se dice con el
nosotros en español.
¡Qué
hermosa es la niñez! ¡Cómo disfruté de ella! Con los juegos y los sabores.
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