miércoles, 16 de marzo de 2016

Clara Celia Martínez

Los domingos en casa de la abuela 
Clara Celia Martínez

Todos los domingos íbamos a la casa de la abuela Clara, los cinco hijos, los nietos que éramos ocho diablillos, nos divertíamos con la imaginación de aquella época. Hacíamos carpas con las colchas, jugábamos al colchón y otros juegos. Era un departamento grande pero no tanto como para corretear, brincar, también hacíamos un teatro donde actuábamos.
La abuela preparaba la comida, ravioles que ella misma hacía y amasaba.
El relleno de verdura pasada por aquella picadora de hierro rojo, agregaba seso, y una salsa que era roja hecha con tomates naturales, pimiento rojo, la cebolla que daba el sabor, todo picado a mano, chiquito, parecía que usaba una procesadora. Los tomates eran pasados por agua hirviendo,  pelados y quitadas las semillas. Todo era natural, nada de latas ni envases de cartón.
¿Y cuando hacía las empanadas de carne? por supuesto amasadas a mano. El relleno también lo picaba con aquella mágica máquina colorada: la carne , todo lo pasaba por allí. también usaba, los ajíes rojos y cebollas. Las freía en grasa de pella que ella misma preparaba comprando el pedazo de grasa de cerdo. No recuerdo a nadie enfermo por estas preparaciones. Cuando aparecieron las empanadas Salteñas su hijas comenzaron a usarlas para evitar el trabajo de sobar la harina con los otros ingredientes y recuerdo a La abuela Clara retarlas, a pesar que eran mujeres ya grandes,¡vagas!.
Yo no sé el misterio de los condimentos, lo que sé es que nunca volví a comer¡ esos ravioles y esas empanadas!
Cuando era chica y me enfermaba, enseguida me metían en cama, entonces le pedía a mi mamá -Llamá  a la abuela que venga y que me haga empanadas--- 
El sumun eran los pasteles de dulce de membrillo eso sí fue misterioso para mí.
Hacía la masa, rellenaba con el dulce, los unía de una forma distinta a los comunes y también los fritaba,
No sé porque, pero jamás sentí el gusto de las cosas que preparaba mi abuela y ni hablar de las confituras de Navidad, dulces italianos: gli crustuli, la chichirichiata.gli taragli salados y con semillas de anís. Las costumbres de Italia que heredó de su madre y la mía de ella, traté de seguirlas , pero no son ni parecidas.
Ahora ya grande sigo la tradición de hacerlos, pero nunca serán los de la abuela Clara.
Y ahora después  de haber estudiado italiano, comprendo el ”vengono” que yo creía que hablaban mal, no,  es un tiempo de verbo que no se dice con el nosotros en español.


¡Qué hermosa es la niñez! ¡Cómo disfruté de ella! Con los juegos y los sabores.

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