La lucila brilla y se multiplica en la neblina. Viene con espuma de otros lados y sus olas aún adolescentes me arrasan en blanco, tal como la quise abarcándome. Viene con lo mejor de adentro mío, y me pregunto si es un sueño cumplido, o quizás fui yo, que me fui amoldando. Es lo más deseado, realizándose en luz.
Por decirle algo, le digo che, rubia, aunque no lo es. Muy blanca, para ser mía, y la dejo tan libre como pueda hacerlo, en el mundo. Sabiendo que no me pertenece, aunque el amor definitivo, lo conocí por ella. No deja de sorprenderme, la mayor parte de los días. Me maravillan sus crestas invisibles, su manera solapada de irrumpir. Que permanezca tan cerca, aún yéndose. Reconocerla porque la luna estalla, cada vez que vuelve con su oleaje acompasado.
Che, rubia, acordate, que te digo lo que te digo siempre, lo que otros cantan:
"Arroyo claro, fuente serena
Tengo una gitanilla que es de carrera
Cuando no tengo el alba, la tengo a ella".(*)
Eran dos pisos de escaleras anchas la primera vez que la iba a ver, y las resolví danzándolas en un viaje sin dolor, donde lo único que podía acariciar era el bolso con delicadezas que le tenía preparado. Fueron atrevidos los ojos inmensos que se me clavaron sin llorar.
Vamos a dejar la solemnidad a un lado, che rubia. Vení conmigo, vení a visitarme y contame algo que te guste. Tengo tu perfume llenando la casa, y siguen bailando en tornasol todos los colores que me fuiste regalando. Acostémonos en el piso boca abajo y haceme saber del día, seguro que hubo un día en que te sentiste mariposa. Mirame un ratito como la primera vez, y hagamos una postal radiante, como te suelo ver. Entonces, si querés te vuelvo a contar porqué elegí tu nombre, Nina.
1 comentario:
Una prosa interesante
y degustable, por cierto.
Saludos.
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